JOSÉ MARTÍNEZ M.
El próximo miércoles el presidente Obrador y su homólogo Donald Trump se reunirán en la Casa Blanca. Será “histórica” la visita. Un tanto por lo que representan, no por su investidura, sino porque ambos son los peores presidentes en la historia de sus respectivos países. Los dos han dividido a sus pueblos y comparten asimétricamente su desmedida ambición de poder.
Jamás un Presidente mexicano había sido humillado como Obrador. Es denigrante el trato de Trump con su visitante.
Expertos en la diplomacia, intelectuales, políticos, académicos y hasta periodistas han coincidido en lo delicado y riesgoso de la visita. Pero Obrador, acostumbrado a no escuchar, decidió correr los riesgos. Vaya, ni el canciller Ebrard que ha sufrido en carne propia las humillaciones de Trump, lo pudo convencer.
En primer lugar Obrador no recibirá el trato de un jefe de Estado. Se le negó ocupar la residencia para huéspedes de la Casa Blanca bajo el pretexto de que la “Casa Blair” está en “remodelación”.
La visita se programó desde la primera semana de abril. Incluso desde esos días el propio Ebrard anunció la visita. Normalmente un encuentro de tal envergadura se prepara con meses de antelación, como fue el caso. Pero hace unos días el embajador Christopher Landu le comunicó al canciller Ebrard que lamentaban no poder atender al presidente Obrador en la “Casa Blair”, a cambio le ofrecieron hospedaje en un hotel con todos los gastos pagados para el Presidente y su comitiva.
Está claro que el encuentro es un evento más de la campaña para la reelección de Trump.
El año pasado, cuatro meses después de haber asumido su mandato, Obrador se reunió en la Ciudad de México con Jared Kushner, asesor y yerno de Trump. Fuera de todo protocolo, Obrador atendió al enviado del presidente estadounidense en la casa del vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez. En ese encuentro estuvo presente el canciller Ebrard.
¿Por qué la visita oficial de un enviado del presidente Trump se llevó a cabo en la residencia de un ejecutivo de Televisa y no en Palacio Nacional? Hasta ahora no hay una explicación coherente sobre ese encuentro en una propiedad privada. Lo único que sabemos es que Bernardo Gómez es integrante del Consejo Asesor de la Presidencia.
Al día siguiente de ese encuentro, el presidente Obrador dio a conocer en la “mañanera” que tras las paredes de la residencia del vicepresidente de Televisa se negoció una inversión de 10 mil millones de dólares y un acuerdo de cooperación para el desarrollo de Centroamérica. En el cónclave estuvo presente el encargado de negocios de la Embajada, John Creamer.
Desde entonces han pasado 15 meses y la pregunta es ¿dónde están los 10 mil millones de dólares en inversiones que ofreció Jared Kushner?
Lo cierto es que en la Casa Blanca no se toma muy en serio al presidente Obrador. Donald Trump suele bromear con sus allegados sobre la personalidad política del tabasqueño al que llama con el sobrenombre de “Juan trump”.
No es extraño el trato de Trump hacia Obrador.
“Como te ven, te tratan”, dice un sabio refrán. Obrador no ha sabido estar a la altura de su responsabilidad. Se queja de ser el presidente más maltratado en la historia del país. Lo cual es cierto. Basta un simple vistazo a las redes sociales donde su investidura es rebajada a una simple caricatura. Eso también lo sabemos. Pero él asumió ese papel desde el primer momento en que se colocó la banda presidencial sobre el pecho.
Vaya, ni Vicente Fox en su momento hizo tal ridículo como Obrador. El tabasqueño inició su mandato con una “limpia” por unos chamanes y ahí comenzó su gobierno convertido en un carnaval.
Luego se quejó de que no iba dejar “ningunear” la investidura presidencial cuando se negó a recibir al poeta Javier Sicilia y a Julián LeBaron tras la caminata por la Paz.
Ahora Obrador va a la Casa Blanca con la investidura presidencial convertida en traje de hawaiana.
¿A qué va? No hay una respuesta coherente. Él dice que el tema principal será el T-MEC, el nuevo tratado comercial, pero este ya entró en vigor el 1 de julio y no hay nada más que agregar.
Ya sabemos que se trata del viaje de la ignominia.
En la coyuntura y las condiciones actuales la vista es una ofensa al honor y la dignidad de la auténtica investidura presidencial.
Es una injuria y una vergüenza, por indigna la visita de Obrador a Trump.
Atestiguamos cómo Peña Nieto cometió un grave error al recibir a Trump en Los Pinos, al otorgarle indebidamente, un trato de una visita oficial a un candidato. No era para menos, si el jefe de la diplomacia de ese gobierno, Luis Videgaray admitió que llegó a la Cancillería a aprender. Pues lo mismo ocurre con Ebrard.
Obrador y Ebrard han puesto por los suelos la investidura presidencial y el prestigio diplomático de México.
Los favores de Trump están saliendo muy caros.
Con “ayuda” de Trump México acordó ante la OPEP reducir la producción de petróleo. La negociación de aranceles a cambio del cierre de las fronteras es otro agravio de Trump.
¿Qué hay que agradecerle a Trump?
Obrador va a Washington a respaldar la campaña del republicano. Que no quepa la menor duda.
Históricamente México ha sido agraviado por Estados Unidos. Nos ha despojado de una buena parte de nuestro territorio. Nos ha invadido, nos ha declarado la guerra, ha maltratado y explotado a nuestros connacionales. Su ejército llevó a cabo la peor humillación que ha sufrido nuestro país en su historia al colocar en 1847 la bandera de Estados Unidos en Palacio Nacional, justamente donde ahora vive Obrador quien se asume como la reencarnación de Juárez.
La pregunta es: ¿Y los Sentimientos de la Nación?
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