viernes, 5 de junio de 2020

La Contracolumna LA METAMORFOSIS DEL PEJE




JOSÉ MARTÍNEZ M.
Entre el candidato aquel que proclamaba una república amorosa y el presidente de la cuarta transformación existe una notable transformación. Nuestro personaje sigue en busca de una identidad. Por momentos se asume como Juárez o Madero, otras como el padre de la patria o como Cárdenas. Al igual que Gregorio Samsa, el protagonista de la cuatro té mantiene un conflicto de personalidad. No termina de comprender si lo que le sucede es producto de un sueño o parte de la “realida”. De lo único que está convencido es que su “honestida”, no robar y no mentir lo protegen de todo, hasta del coronavirus. Lo ha dicho muchas veces, que él es indestructible y que su misión es convertir al país en un edén, en un paraíso, en una potencia mundial. La base de todo, según él, es acabar con la corrupción.
Desde luego es un sueño guajiro porque la corrupción es peor que una enfermedad. Es peor que el cáncer mismo. La corrupción es una pandemia que ha estado presente en el mundo a lo largo de su historia. Ni siquiera en los países con mayor desarrollo humano se ha erradicado al cien por ciento, subsisten brotes y afloran de tanto en tanto.
Pero a Obrador le gusta actuar con doble rasero moral. Ante tanto cinismo los ilustres protagonistas de la cuarta transformación solo nos dejan el chiste fácil y la amargura de la burla contra nosotros mismos. Obrador en el papel del Sombrero Loco pregunta en la “mañanera” “¿Se llevó a efecto una encuesta acerca de cuál era el país más corrupto y quién creen ustedes que obtuvo el primer lugar? Y lord molécula responde ¡México! Y el sombrerero (Obrador) rápidamente agrega: ¡en efecto, teníamos el primer lugar pero dimos una lana y ahora tenemos el octavo!
Sí, la purificación se da por arte y magia de la cuatro té. Bartlett es exonerado y queda limpio de las acusaciones de enriquecimiento ilícito. La Maestra (Gordillo) recupera su libertad y su expediente criminal queda sin ninguna mancha y le regresan sus innumerables propiedades y sus millones de pesos y dólares. El Napito (Napoleón Gómez Urrutia) es indultado y recibe como premio un escaño en el Senado y como compensación se embolsa decenas de millones de dólares birlados a los mineros. Carlos Romero Deschamps, el otrora líder de los petroleros es jubilado y obtiene la bendición presidencial para que sus futuras generaciones disfruten a manos llenas el despojo a las arcas de Pemex. Bejarano es redimido, se le levanta el castigo y es habilitado para continuar con las tareas de reclutamiento para la causa morenista. Monreal y familia, antes en el centro del escándalo por asuntos de corrupción y almacenamiento de drogas en su rancho, ahora es el exegeta que trata de adivinar el futuro de la cuatro té. La lista es interminable y en ella caben los herederos del Mesías, ahora convertidos en prósperos empresarios y miembros del jet set.
Ni modo, el que no tranza no avanza.
Ahora para “reforzar” el trabajo del combate a la corrupción que encabeza la titular de la Función Pública Eréndira Sandoval, la esposa del polémico “académico” John Ackerman , quien considera que “Obrador está muy por encima de Juárez”, se suma al equipo anticorrupción el doctor Jaime Cárdenas Gracia para encabezar el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado.
En el palmarés del nuevo Robin Hood destacan los siguientes atributos: es esposo de la zarina anticorrupción de la Fiscalía General de la República María de la Luz Mijangos Borja. Es investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, con estudios de posgrado en la Universidad Complutense y en Yale. Obrador dice que Jaime Cárdenas “es un abogado de primera, una gente honesta y limpia”.
Lo malo es que el moderno Robin Hood de la cuatro té fue jefe de asesores de Manuel Bartlett en el Senado de la República. Y su esposa María de la Luz Mijangos fue parte del equipo que investigó a Bartlett. Y Cárdenas llegó a su nuevo cargo por recomendación de Bartlett.
¿Dónde queda, pues, el discurso de la corrupción?
La palabra “corrupción” ocupa un lugar preponderante en el discurso de Obrador. De hecho fue la principal bandera de su campaña. El eje de su gobierno presuntamente se sustenta en ese sustantivo que tiene un amplio significado. En política su verdadero valor equivale a la palabra “putrefacción”. La corrupción, pues, es la sustancia de la política.
Obrador está convencido de que con su llegada al poder se acabó la corrupción. Él mismo se ha definido como el presidente “más honesto” en la historia del país. Tan lo cree así que se siente con el derecho a la santificación. Solo le falta levitar.
Lo malo es que con la llegada de la cuarta transformación las cosas en materia de corrupción han empeorado, a tal grado que se ha corrompido a la corrupción, como decía Manuel Gamio, el ilustre antropólogo –uno de nuestros pensadores más lúcidos– que dejó como legado una obra monumental, entre ellos su obra memorable Forjando patria.
Y forjando la nueva patria de la cuatro té, Obrador no tiene colaboradores, tiene apóstoles. Uno de ellos es ahora Jaime Cárdenas.
Con la cuarta té estamos presenciando un espectáculo sin precedente. Tenía razón el periodista Julio Scherer García al poner con bueno tino el sobrenombre de Pejelagarto a Obrador.
El Pejelagarto, como se sabe, es una criatura fósil que no ha tenido un cambio evolutivo en los últimos 100 millones de años. Su cabeza se asemeja a la de un lagarto y su cuerpo es como el de un pez. Suele vivir en aguas dulces ubicadas en sitios pantanosos y lacustres.
Kafka tenía razón hay personajes que se transfiguran sicológicamente y no se saben si son producto de un sueño o parte de la realidad. Y como Hugo Chávez, Obrador cinceló en una frase su epitafio: “Yo ya no me pertenezco, yo soy de ustedes, soy del pueblo”.


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