Carlos
Ramírez
Sea cierta en
su totalidad o a medias o producto
de los sótanos del poder, al final de
cuentas la organización BOA (Bloque Opositor Amplio) está reflejando una nueva realidad política: la disputa por
el Estado a partir de la construcción de hegemonías
o alianzas de grupos dominantes para apoderarse de los mecanismos para imprimirle
dirección política a la nación.
En los hechos
históricos, México nunca ha tenido
partidos políticos reales y funcionales, por lo que la lucha electoral ha sido
producto de dominios de las élites.
La coalición priísta mantuvo el control del aparato de poder de 1929 a 2018,
pasando por acuerdos con el PAN de
2000 al 2012.
La candidatura
de López Obrador no fue disidente ni
de alternativa, sino de cambio de élite y de reacomodo de prioridades sociales.
Por eso la coalición lopezobradorista se mantiene de expriístas,
poscardenistas, disidentes. El único
grupo realmente disidente-alternativo es el que configuran unos pocos
militantes del disuelto Partido Comunista
Mexicano y su propuesta socialista.
Sin contar a
los comunistas, todos los grupos y
corrientes vienen del venero del
proyecto histórico de la Revolución Mexicana, aún, inclusive los neoliberales
salinistas. En todo caso, sólo varía el enlistado
de prioridades sociales y estabilizadoras.
El escenario de aparición del BOA es el mismo que existió en 1994 con el modelo
del choque de trenes por el zapatismo, el
salinismo y la élite liberal intelectual (varios de ellos en la lista real o
apócrifa o funcional del Bloque) y que alertaba la necesidad de un espacio de compensación para una
presidencia de emergencia. Ya fuera que Salinas lo hubiera impulsado o se
hubiera forjado en el análisis de
sus miembros, el Grupo San Angel no
representó a ningún partido político y sí
dio funcionalidad a una élite intelectual-política que buscó construir una
nueva alianza de poder o grupo hegemónico.
Sea real o no,
el documento BOA agrupa a
organizaciones, políticos, funcionarios, periodistas e intelectuales que de
manera pública han expresado su critica
a López Obrador y de un modo otro ha comenzado a influir en el voto contra de
Morena en el 2021 y por la revocación del mandato presidencial (si procede,
pese a carencia de reglas). Tres nombres
saltaron hoy porque fueron piezas
promotoras del Grupo San Angel-1994: Héctor Aguilar Camín, Jorge G. Castañeda y
Enrique Krauze. Castañeda reapareció
a finales de 1995 alertando sobre el derrocamiento de Zedillo por la crisis económica, luego de una reunión
con Carlos Salinas de Gortari en
Irlanda.
Al no existir un partido político real
--no sólo de membrete, y se incluye al PAN mediático sin estructura nacional--,
los opositores y críticos a López Obrador están construyendo un bloque de poder que pueda derivar en
una hegemonía o alianza operativa electoral. Del lado contrario sólo aparece
López Obrador y su mañanera como fuerza
de poder construyendo una hegemonía popular
de masas de votantes, sin que este grupo sea formalmente un bloque de poder.
El agrupamiento de nombres y
organizaciones que aparecen en el documento del BOA --repito: aún siendo
fabricado en los sótanos del poder--
revela lo ya conocido: una fuerte confluencia
de poderes sociales con intereses antilopezobradoristas que sí constituyen no sólo un bloque de poder, sino que alcanza por
su diversidad y representatividad de clase y de grupos dominantes a constituir
una hegemonía.
Las luchas
electorales de 2021 y de 2024 serán, pues, de hegemonías, sin clases sociales organizadas en partidos o grupos
políticos. La disputa es por el modelo
de Estado, la reorganización de la institución presidencial y la apertura de
los poderes a la sociedad civil. No se trata de dos modelos diferentes, sino del mismo en dos variantes: el Estado
priísta abierto o el Estado priísta
de presidencia unitaria y centralista.
Pero mientras el modelo lopezobradorista aparece claro por la figura dominante del presidente, la de los
enlistados en el BOA es numerosa por la ausencia
de un liderazgo único, aunque con la posibilidad, como se ha visto en las
reacciones al documento, de que pueda salir una figura personal fuerte que vaya encarando desde ahora y
de manera pública a López Obrador para centralizar esa hegemonía.
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Política para dummies: La política, nos ha enseñado Maquiavelo, es la lucha conductista del poder.
@carlosramirezh
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