viernes, 15 de mayo de 2020

EL NARCO, EL PODER Y LA PRENSA




JOSÉ MARTINEZ M.

Las amenazas al periódico Reforma le hacen mucho daño al gobierno del presidente Obrador. Cuando el tema fue abordado en la mañanera del jueves en lugar de enviar un mensaje de solidaridad con el diario, Obrador aprovechó una vez más el tiempo para denostar al periódico. Y todo quedó en una simple condena, en lugar de ordenar una investigación a fondo.

La reacción del Presidente no me causó extrañeza. La voz anónima recibida por una operadora telefónica dejó el siguiente mensaje: “Todo el Cártel de Sinaloa está con Andrés Manuel López Obrador”. Y lanzó enseguida la amenaza de atacar las instalaciones del Reforma.

Lo del Reforma, es delicado porque el presidente Obrador los ha puesto en la primera línea de fuego como sus enemigos. Y los narcos ahora se asumen como soldados del Presidente y líder de la cuarta transformación.

No es ni será el primer ni el último amago contra un medio de comunicación. En los últimos 14 años la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha documentado 53 atentados contra las oficinas y talleres de periódicos, estaciones de radio y televisión. Ahora, con Obrador las cosas han empeorado para los periodistas. Tan sólo en lo que va de su gobierno han sido asesinados 15 comunicadores.

Las principales organizaciones internacionales defensoras de los derechos de los periodistas y de la libertad de expresión como el PEN Club Internacional, Artículo 19 y Reporteros Sin Fronteras, entre otras, han exigido la intervención del presidente Obrador para investigar los crímenes contra los periodistas, los que han ocurrido en su gobierno, y otros del pasado reciente. No ha habido respuesta. Parece que se habla con una pared. Nada de justicia. Total impunidad. Vaya, hasta en una de sus habituales conferencias una periodista lo conminó a comprometerse a dejar de descalificar a los trabajadores de los medios. La respuesta fue directa y revestida de un marcado cinismo. “Yo jamás he estigmatizado a ningún periodista, a ningún medio”.

Y la respuesta no se hizo esperar, apareció un video con las burlas, descalificaciones y hasta agresiones de Obrador contra la prensa.

Lo grave, lo patético y preocupante es que ahora presuntos narcos del Cártel de Sinaloa se pasan a las filas defensoras de la cuarta transformación como brigadas anti-periodistas en defensa de su guía moral. ¿De qué se trata? ¿Narcopolítica? ¿Narco-Estado? ¿Narco Terrorismo?

Durante casi tres lustros colaboré con mi compañero y amigo Jesús Blancornelas. Distanciados por más de tres mil kilómetros de nuestras residencias, Blancornelas y yo nos fundimos en el quehacer periodístico. Pese a la lejanía viví de cerca el horror de los ataques a mis compañeros del Zeta. Primero el asesinato de Héctor Félix Miranda, después la ráfaga de metralla a la fachada del periódico, enseguida el atentado a Jesús en el que perdió la vida su chofer y guardaespaldas Luis Lauro Valero hasta llegar al asesinato vil y cobarde de mi compañero Francisco Ortiz Franco delante de sus hijos. Me estremecí, lloré y sufrí como todos los compañeros del Zeta.

Por mi condición de reportero de investigación conocí las profundidades del narco. (Por seguridad no las revelaré ahora, no es el momento). Un mañana, en las primeras horas del amanecer me llamó Blancornelas para avisarme que el agente retirado del FBI Nick Lore le llamó para hablar conmigo. Amenazaba con demandarme por publicar su relación con Jorge Hank Rhon y el cártel de los Arellano Félix. Autoricé a Jesús que le proporcionara a Lore mi número telefónico. Me llamó y atendí su reclamo. Le dije que su nombre aparecía en una extensa investigación del Departamento del Tesoro, del Servicio de Aduanas y la DEA como miembro de esa organización. Se trataba de la Operación Tigre Blanco, una investigación que llevó años al Departamento de Justicia y que daba cuenta de la organización criminal de los cárteles de Amado Carrillo y la de los Arellano. El documento lo publiqué en mi libro Las enseñanzas del Profesor. Indagación de Carlos Hank González y el semanario Zeta y la revista Proceso con mi autorización y bajo mi firma lo publicaron íntegramente. El exagente del FBI no leyó bien el documento y tras su lectura obligada se disculpó conmigo.

Como parte de mis investigaciones viajé a Ojinaga, Chihuahua, para entrevistar a miembros de un cártel. De última hora, ya en el lugar se canceló la entrevista. Pero no fue en vano, ahí en la prisión de ese lugar entrevisté a la viuda de uno de los mayores narcos, Pablo Acosta Villarreal, El Pablote, conocido como el Zorro de Ojinaga. La señora acudió a visitar al director del penal y aproveché el momento para charlar con ella. El Pablote fue el maestro de Amado Carrillo, al que instruyó desde muy joven. En la temprana edad Amado vivió durante mucho tiempo en la casa de Acosta Villarreal en el Estado de México hasta despegar con sus propias alas.

Mi compañero y amigo (ya fallecido) Héctor González quien toda su vida como reportero cubrió la fuente policiaca, me buscó una tarde del verano de 2001 para decirme que el excomandante Guillermo González Calderoni quería charlar conmigo. Había que viajar a Macallen, Texas. Calderoni había leído mi libro de Las enseñanzas del Profesor y otro de Jean-François Boyer titulado La Guerra Perdida Contra las Drogas, en el que se me menciona por mis investigaciones recogidas sobre los Arellano y Amado Carrillo.

Acepté el encuentro con Calderoni con quien tuve un diálogo muy intenso, no en una sino en varias ocasiones. Para empezar, en una de nuestras charlas me dio su versión, muy particular, de la muerte del Pablote, ocurrida la noche del viernes 24 de abril de 1987.

Calderoni tenía fama de ser un policía sanguinario. Fue quien detuvo al jefe de jefes Miguel Ángel Felix Gallardo, participó en la ejecución de tres los hermanos Quijano Santoyo, torturados de manera inclemente. Fue compadre del narcotraficante Juan García Abrego quien ordenó, para favorecer la campaña de Carlos Salinas de Gortari, la ejecución de dos activistas del Frente Democrático Nacional en la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, Xavier Ovando y Ramón Gil.

En nuestra charla Calderoni no aceptó la versión sobre la ejecución del Pablote. El hecho es que el Zorro de Ojinaga fue cercado en una zona cercana al Río Bravo, en el rancho Santa Elena, en el municipio de Manuel Benavides. Esa noche los hombres que cuidaban a El Pablote lo dejaron, se fueron de parranda. Y González Calderoni con sus hombres apoyado por agentes de la DEA lo ejecutaron. Helicópteros de la DEA participaron en el operativo. Calderoni con un megáfono le exigía al capo que se entregara. Los agentes le prendieron fuego a la casa del rancho para obligar a salir al capo. En la refriega El Pablote prefirió darse un tiro y morir por sus propias manos.

En una de esas charlas Calderoni nos confió a Héctor González y a mí, que Salinas le pidió participar en un complot contra Cuauhtémoc Cárdenas para ejecutarlo y que al negarse a cometer un magnicidio fue amenazado por los Salinas y se refugió en Estados Unidos con el respaldo de la DEA y la protección del gobierno de Estados Unidos. Héctor publicó una nota de esa conversación y Calderoni estalló de ira. Era off the record, nos advirtió.

Nuestro diálogo fue intenso. Hablamos de su prima hermana Silvia Calderoni Guerrero quien se casó muy joven con Alfredo Harp Helú, primo hermano del magnate Carlos Slim Helú. Procrearon tres hijos y años después Alfredo y Silvia se divorciaron.

Calderoni me dijo también de su gran amistad con el comandante Julián Slim Helú, hermano del ingeniero Carlos Slim, el hombre más rico de México y uno de los más poderosos del Mundo. El hermano del ingeniero Slim, fue primer comandante de la Policía Judicial Federal, responsable de la seguridad del aeropuerto internacional de la ciudad de México, en el gobierno de Miguel de la Madrid, cuando el procurador era el doctor Sergio García Ramírez. Antes Julián Slim fue subdirector de la Dirección Federal de Seguridad.

Calderoni me confió que el general Macedo de la Concha en sus tiempos de titular de la PGR lo invitó a formar un equipo especial contra el terrorismo. Calderoni me dijo: “¡imagínate formar agentes especializados en armar y desarmar bombas! ¡Sería una locura! Al rato los jalan los narcos y el país va a estar como Colombia en los tiempos de Pablo Escobar”. Calderoni no aceptó, según me dijo, pero me advirtió: “el día que los narcos lleguen a tener el apoyo del gobierno, los van a usar para aniquilar a los enemigos de los políticos”.

La mañana del jueves 6 de febrero de 2003, en Macallen, Texas, al salir del despacho de sus abogados Calderoni fue ejecutado abordo de su auto cuando se disponía encender la marcha. Un gatillero le disparó a la cabeza. Su muerte fue instántanea.

La frontera que nos advertía Calderoni, entre el poder y el narco ya se rompió. Los cárteles, según, la denuncia del periódico Reforma, a través del mensajero manifestaron ser priistas y estar al mismo tiempo con el gobierno de Obrador. Son muchas las señales de la buena relación de Obrador con los narcos de Sinaloa. Lo vimos en el culiacanazo que concluyó con la liberación de Ovidio Guzmán después de su fugaz captura, luego con el apoyo presidencial a la familia del Chapo para obtener una visa del gobierno de Estados Unidos y después el famoso saludo de Obrador a doña María Consuelo Loera Pérez, madre del Chapo.

La periodista Anabel Hernández en su reciente libro El Traidor denuncia al cártel de Sinaloa de mantener negocios multimillonarios con el gobierno de Obrador. Habrá que esperar la respuesta del gobierno a las imputaciones de la periodista.


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