miércoles, 27 de enero de 2021

Contracolumna VENCÍ AL COVID… JOSÉ MARTÍNEZ M.


VENCÍ AL COVID…

JOSÉ MARTÍNEZ M.


Es covid.
Cuando escuché el diagnóstico médico me estremecí. Pensé que en el peor de los casos pasaría a formar parte de las estadísticas como uno más de los miles y miles que cada día pierden la vida desde que comenzó la pandemia. Apenas había transcurrido la primera semana de enero y yo estaba infectado del virus. Así comenzaba el 2021. Tenía unos días de haberme dado un respiro después del peor año de mi existencia. La ilusión de que iban a mejorar las cosas se desvaneció. Mis esperanzas se esfumaron. De pronto estaba, ahí, en el infierno tan temido.
Ahora estaba yo ahí frente a mi realidad. Los hospitales de la Ciudad de México a tope y sin la menor esperanza siquiera de ocupar algún lugar en una clínica privada. Por mi condición económica provocada por la pandemia ni remotamente puedo ahora aspirar a un hospital privado. Es inaccesible. No dispongo de un seguro médico ni cuento –como millones de personas– de un carnet de acceso a ninguna institución pública de salud.
Cuando recurrí en su momento a una simple consulta en el Instituto Nacional de Nutrición ni siquiera se tomaron la molestia en atenderme para tomarme mis datos.
Ahora estaba enfermo y a la medianoche estaba yo ahí en mi cama con la saturación de oxígeno al límite con el temor de que no cayera en una oxigemia, pues una insuficiencia respiratoria podía complicar mi frágil estado de salud si en algún momento se llegaran a disparar mis niveles de glucosa. La temperatura por encima de los 39 grados al borde de los 40. Una tos seca no me dejó conciliar el sueño el día anterior. Ni siquiera me había percatado que mis sentidos del gusto y el olfato estaban ausentes. En la mañana de ese día había conducido 400 kilómetros de carretera de ida y vuelta. En el camino almorcé fuerte y todavía bebí un caballito de tequila como se hace cuando uno se quiere cortar una gripe. Entonces comenzaban los síntomas y yo ni siquiera lo sabía hasta que en la noche ¡Bingo! el Covid me tenía atrapado en sus garras.
Con más de seis décadas de existencia no estaba dispuesto a dar tregua a mi enemigo invisible, estaba decidido a dar, tal vez, la última batalla de mi existencia. Desde un año antes me había estado preparando a sabiendas de que algún día me tocaría por mucho que me estuviera cuidando y hasta escondiendo debajo de la cama.
Nadie es inmune por rico y poderoso que sea. Y menos yo, un veterano periodista que desde hace cinco lustros decidió trabajar por su cuenta ganándose la vida como un modesto escritor. Al igual que el presidente Obrador que se tomó siempre el Covid con frivolidad cayó en las garras del bicho y se atrincheró en su palacio. Lo mismo le ocurrió al magnate Carlos Slim quien tan pronto presentó los primeros síntomas se fue a atender de inmediato al hospital de nutrición, del que es uno de sus benefactores. Slim y sus temores de no querer ser el más rico del panteón.
Yo había sido advertido de que la única forma de enfrentar en su momento el bicho era reforzando mi sistema inmunológico. Para ello por lo menos me tomé una veintena de frascos de vitaminas desde que comenzó la pesadilla del Covid. Ahora había llegado la hora de hacer frente al maldito virus.
Mis hermanas Nora y Norma –quienes se encuentran en la primera línea de fuego en el combate al Covid– llegaron a mi casa a la medianoche. Yo estaba tirado en la cama con el cuerpo hecho trizas. Dolores musculares, temperatura y una tos espantosa me delataban.
Me tomaron los signos vitales: ritmo cardíaco, oxigenación, temperatura y presión arterial.
Tienes buena frecuencia respiratoria, me dijeron en un tono de alivio.
Entonces desplegaron de sus mochilas de excursionistas todos los implementos necesarios, además traían consigo un tanque de oxígeno y un aparato de ozono y una máquina portátil generadora de oxígeno. A partir de ese momento mi recámara quedó transformada en un cuarto de cuidados intensivos.
Con esos equipos y con los medicamentos necesarios Nora y Norma se han dado a la tarea de salvar muchas vidas, al menos las de cuatro centenares de pacientes de todas las edades y clases sociales que no encontraron, por diversos motivos, un lugar en un hospital para atenderse del Covid.
Nora y Norma han antepuesto su vida para salvar la vida de los demás llevando casi un año sin tregua en la primera línea de fuego del Covid.
Ahora estaba yo ahí ante ellas con mi vida como un cheque al portador.
Apenas un mes antes había dejado el estrés al que las deudas y mi precaria situación económica me habían llevado a consecuencia de los estragos financieros provocados por la pandemia. Cancelé proyectos, suspendí la escritura de un par de libros en los que venía trabajando, perdí mis ingresos como colaborador free lance y terminé vendiendo lo único de valor que tenía: mis libros. Pagué parte de mis deudas y pase las Navidades con el alma adormecida de tantas presiones, sin quejarme ni decir nada a nadie sobre mi debilitado estado de salud. Aposté la fortaleza sí se le puede llamar asíde mi sistema inmunológico al consumo desaforado de las vitaminas y a las bacanales que procuré muchas veces los fines de semana con alucinantes carnes asadas y tragos de güisqui, mezcal y tequila.
Estaba ahí ahora para pagar las facturas de tantas borracheras y el tren de grosería de los últimos años, de hacer un balance de mi vida, de llegar a pensar haber vivido sin fines, de haber estado comiendo y produciendo mierda durante los años y los años. Había llegado el momento de hacer, de modo inevitable, el recuento del trajín y la vaciedad de aquellos años todos. Ser autocrítico antes de pasar a formar parte de las estadísticas para bien o para mal.
Sabía yo que llevaba todas las perder. Con 63 años y una enfermedad crónica, la misma que mató a mi padre y a mi hermano Ismael, así que ahora estaba ahí desnudo y sin prejuicios ante el bicho más mortífero de los últimos tiempos.
La atención de mis hermanas fue más que oportuna. Comenzaron el tratamiento con anticoagulantes y una fuerte dosis de ozono vía intravenosa y rectal, aspirinas y otros medicamentos para combatir la infección. Al mismo tiempo sin ninguna concesión fui sometido a una rigurosa dieta a base de verduras y jugos verdes y nada más. Me daba igual, había perdido el apetito y ni siquiera percibía el más mínimo sabor y olor de las cosas.
Por dos semanas estuve anclado en mi cama con los síntomas y el fastidio por el encierro. Estaba secuestrado por una intermitente temperatura que combatía con compresas para tratar de estabilizarla. La fiebre era la respuesta de mi sistema inmune para defenderme del virus. Mis defensas estaban haciendo bien su trabajo, de algo servían los puños de vitaminas que día con día durante un año estuve consumiendo para prepararme para estos momentos. Las vitaminas D, C, Zinc, Omega 3, Glisina, Selenio y otras habían funcionado.
Salvo un día estuve conectado al oxígeno al 2 por ciento y dejé el aparato no tanto porque estuviera mejor sino porque una persona más enferma lo requería y mis hermanas decidieron que yo no lo requería pues mis niveles de saturación evolucionaban satisfactoriamente.
Después de dos intensas semanas y de haber cumplido su ciclo el bicho dentro mi cuerpo, mi hermana Nora me confió: “Te salvaste canijo”.
En la soledad de mi enfermedad le daba a mi alma descanso y paz con la música. El virus cansa y deja un vacío. El encierro permanente semiparaliza el cuerpo. Yo no estaba dispuesto a terminar como un tiliche, como un muñeco de trapo, sin equilibrio.
Tras superar la enfermedad, experimenté que mi voz había adquirido un tono sedante como cuando uno sube una montaña y termina agitado. Poco a poco me siento relajado y comienzo con mínimas dificultades a aporrear mi teclado.
Nora y Norma me dicen a manera de consuelo. “Vas a tomar unos días de descanso… viene tu recuperación”.
Ha pasado una semana desde entonces. Tenía unas ganas irrefrenables de escribir y contarles esta amarga experiencia.
Quizás resulte temerario decirlo, pero lo bellamente onírico sucedió: vencí al Covid.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Contracolumna • EL PEOR GOBIERNO • AMLO, EL MÁS ODIADO




JOSÉ MARTÍNEZ M.

Obrador es un presidente polémico y uno de los personajes políticos más odiados.
Como decía el clásico, “lo que se ve no se juzga”.
Obrador dice que su gobierno es el segundo mejor evaluado de todo el mundo. Se apoya en una encuesta de una empresa extranjera. Pero una mayoría de mexicanos lo detesta y hasta lo maldicen. Sus seguidores, a su vez, lo idolatran.
Todos los hombres que llegan a la cumbre del poder, sin excepción, recurren a la maquinaria de la propaganda política. Muestran un rostro diferente de su verdadera personalidad.
Todos los políticos son “asesorados” para proyectar una imagen cercana a la gente. Algunos llegan al extremo de gastar cantidades exorbitantes para generar una imagen de credibilidad y confianza.
Obrador construyó una imagen contradictoria. La esencia de su discurso fue hablar a nombre de los grupos vulnerables y promotor de los principios de la democracia.
Se asumió como el “defensor” de las libertades y el “protector” de los débiles. Todo lo que hace y todo lo que dice es en nombre del “pueblo”.
Su concepto de “pueblo” es tan abstracto que sus palabras caen en el vacío.
En nuestro país hablar en “nombre” del “pueblo” es lo más lucrativo para los políticos.
En el caso de Obrador, los recursos para las políticas públicas del bienestar social se han utilizado con propósitos electorales. El clientelismo está enfocado a las masas vulnerables.
Los candidatos de Morena a los cargos de elección del 2021 han dispuesto de recursos como jamás había ocurrido antes. Sin embargo, el manejo de presupuestos multimillonarios no es ninguna garantía de triunfo.
La ambición por el poder ha desatado una guerra interna en el partido obradorista. La imagen de Morena y la del presidente Obrador están muy deterioradas.
De hecho, a partir de diciembre comenzó a correr su tercer año de gobierno y los resultados de su gobierno son nulos. Simplemente el año que termina ha sido el peor de la historia. Ni siquiera en los periodos de guerra la economía del país había experimentado una caída de tales magnitudes. Todo ello se traduce en mayor pobreza y desempleo. Ya no digamos el nivel de los indicadores de salud.
Qué puede ofrecer un gobierno que ha fracasado social, económica y políticamente a quienes llegaron a confiar en sus promesas de bienestar.
Los resultados del gobierno obradorista son palpables.
Por fortuna las redes sociales han venido a contribuir al debate político. Cuando le favorecieron, Obrador las calificó de “benditas”, ahora que se han volcado en su contra, las considera como “malditas” y hasta ha llegado a amenazar con demandar a las compañías de Facebook y Twitter.
Ante la falta de una verdadera oposición que enriquezca nuestro sistema político, los medios son el contrapeso a los excesos de un presidente y gobierno populista con rasgos autoritarios.
Pesa más la palabra de la prensa que la de los políticos. Por eso Obrador todos los días se encarga de denostar a los medios. Incluso, el presupuesto publicitario está dirigido a las empresas mediáticas que lo respaldan. Él mismo se encarga de señalar cuál es la “buena” y la “mala” prensa.
En el contexto político actual, la comunicación ha adquirido un carácter político. Los medios se han convertido en el verdadero termómetro social de los actos del gobierno.
El mismo Obrador ha contribuido a que los medios se conviertan en actores políticos. Reforma y El Universal son un ejemplo de ello por su influencia sobre la opinión pública.
Los medios han pasado de ser meros espectadores de la política y ahora juegan un papel central sin caer en los extremos de los partidos que fijan una posición ideológica.
En las últimas décadas se ha ido construyendo una prensa más crítica, en tanto los partidos se han devaluado ante la sociedad.
En Estados Unidos, la prensa jugó un papel determinante para frenar al presidente Trump. Allá los medios están más definidos ideológicamente que en México, aunque comparten con la prensa mexicana los mismos intereses económicos.
Durante años nuestra prensa fue codependiente del sistema político. La comunicación dejó de ser un simple aditivo de la política.
Ahora junto con las redes sociales será vital en las próximas elecciones.
El presidente Obrador lo sabe perfectamente.
Como la prensa sabe que Obrador es el peor presidente que encabeza el peor de los gobiernos en nuestra historia.
El político más odiado y el más polémico. Eso se comprobará en las urnas en las próximas elecciones.

lunes, 28 de diciembre de 2020

Contracolumna RÉQUIEM POR UN BOHEMIO JOSÉ MARTÍNEZ M.



JOSÉ MARTÍNEZ M.


Murió un trovador, pero su corazón seguirá latiendo en cada bohemio.
Apenas hace 13 días (7 de diciembre) cumplía 85 años y comenzaba con los estragos del coronavirus, la maldita enfermedad que le arrebató la vida como a otros millones en el mundo.
Su alma frágil de quetzal no soportó el sufrimiento. Se fue pero nos dejó un enorme e invaluable legado.
Su padre Santiago Manzanero lo inició en el arte de la música cuando apenas era un niño. Su primer empleo como músico fue en un circo tocando los timbales para amenizar el espectáculo de los malabaristas. Tenía entonces siete años y a los ocho fue inscrito por su abuela Rita Maqueiro Chi, en la escuela de bellas artes de Mérida. Anhelaba ser violinista pero la anciana cambió su modesta máquina de coser por un piano desvencijado en el que “Manzanita” comenzó sus primeros acordes hasta llegar a convertirse en un virtuoso.
Cuando alcanzó los 16 años ya era todo un profesional al lado de la orquesta de los hermanos Madariaga que encabezaba Adriano, el más viejo de esa dinastía de músicos. Lo mismo trabajó en el Grupo Tulipanes para pasar después a ocupar en un espacio en los grandes escenarios musicales.
Su paisano, el gran compositor Luis Demetrio, autor de La Puerta lo invitó a trabajar en la ciudad de México a la que arribó a los 22 años de edad, en el último tercio de la pasada década de los cincuenta.
En esos años se comenzó a gestar en la Gran Bretaña el grupo de los Beatles cuando John Lenon formó en su escuela el grupo The Quarry Men al que después se sumaron Paul McCarney y George Harrison.
Mientras los jóvenes apostaban al rock and roll, Manzanita irrumpía con su alma de bolero. Había nacido para ser bohemio. Con sus canciones escribió innumerables páginas de amor y romanticismo.
Su Maestro, Rafael de Paz fue quien le hizo su primera grabación. Para Manzanero, su Maestro fue el padre que él hubiera querido tener. De él recibió los mejores consejos en la vida.
Ya no estará entre nosotros, pero vivirá eternamente en el corazón de los enamorados y será el faro que iluminará hasta la existencia del último bohemio.
Se fue con un enorme dolor. El ecocidio de la selva maya lo perturbaba. El “tren maya” que ha provocado un daño masivo en el sureste del país lo mantenía intranquilo. Sufrió con impotencia la destrucción ambiental de los ecosistemas. Estaba decidido a utilizar su celebridad para tratar de influir en las decisiones que han afectado a un número indeterminado de comunidades mayas y de otras etnias.
Lamentablemente el tiempo no le alcanzó.
En algunas entrevistas mostró su orgullo por su ascendencia maya.
Aunque no dominaba la lengua de sus antepasados, aprendió un poco de ella para comunicarse con sus paisanos. En el alma y en la sangre llevó el sentir y el pensar de su origen.
“Siento con toda mi alma, pero en serio con toda mi alma, el no haber vivido en la época de la Conquista y echarme una docena de españoles de los que asesinaron a mucha gente de la mía”, le confió a uno de sus entrevistadores.
Los bohemios están de luto. Los más prestigiados tenores y hasta los más modestos trovadores de cantina cantaban sus canciones.
Viajero incansable que recorrió el mundo por placer, el trovador emprendió su último viaje en medio de la desdicha provocada por la pandemia.
Adiós Manzanita. Te doy las gracias porque Contigo aprendí / Que existen nuevas y mejores emociones/ A conocer un mundo nuevo de ilusiones / Que la semana tiene más de siete días / A hacer mayores mis contadas alegrías / Y a ser dichoso…

sábado, 26 de diciembre de 2020

Contracolumna EL AÑO QUE SE NOS FUE... JOSÉ MARTINEZ M.


JOSÉ MARTINEZ M.


Está por concluir uno de los años más tristes en la historia del mundo. Quizás hemos pasado los días más tristes de nuestra existencia. Experimentamos una de las peores catástrofes sanitarias. Esta crisis nos sorprendió en medio de tanta hambre, de tanta pobreza y de tanta desdicha. Como el tatuaje de un hierro ardiente, a varias generaciones, la pandemia nos acompañará como un recuerdo toda la vida.
El año de 2020 permanecerá guardado en nuestra memoria individual como el punto de arranque de nuestro destino y de nuestra historia personal.
A nuestra manera vivíamos en nuestra Arcadia, pero nuestro paraíso se convirtió en un infierno. Quizás, sin darnos cuenta, éramos sumamente felices.
Estos días de fiesta me han embargado de melancolía. Apenas en marzo me atreví a recurrir a las redes sociales como una válvula de escape a mis frustraciones. Para escapar de esa soledad aventé una botella al mar y coloqué una imagen de Cortázar con la silueta de un gato.
Sentí una irrefrenable manera de escribir. Me volqué a criticar nuestros políticos y gobernantes, responsables en gran medida de las pésimas estrategias que han dejado a decenas de miles de víctimas de la pandemia, sin omitir nuestra propia culpa al actuar con desdén ante el flagelo provocado por el virus.
Muchos llegaron al extremo de la psicosis, como una expresión de una falsa creencia de lo que aún está sucediendo.
Nos dijeron que no nos preocupáramos, que éramos una raza fuerte y resistente. Que en abril se iba a aplanar la curva y que los muertos no excederían de seis mil. Después se nos dijo que llegar a 60 mil sería una catástrofe. Oficialmente van más de 120 mil, el doble del escenario catastrófico, pero las actas de defunción en el registro civil nos indican que hay otros 200 mil muertos, por encima de los registros del comportamiento habitual en los últimos años.
Los muertos se han reducido a unas simples cifras, a formar parte de las estadísticas. Lo mismo ha ocurrido con las víctimas de las masacres y las tragedias ocurridas en las últimas décadas y que han convertido al país en un cementerio.
Ante millones de ojos en el mundo, la gente no sale de la sorpresa por todo lo que le ha sucedido en nuestro país ante la insensibilidad de un gobierno presidido por unas autoridades que hasta ahora jamás han puesto un pie en un hospital, excepto cuando se hizo una simulación para un acto de propaganda política.
Un gobierno que declaró tres días miserables de duelo por las víctimas de la pandemia, mientras el presidente rompía las reglas internas de su administración y apostaba de una manera ruin y deleznable por actos propagandísticos de campaña, llegando a tomar decisiones criminales como inundar pueblos enteros ante la amenaza del desbordamiento de una presa, mientras a otros se las arrebataba para abastecer las cuencas de nuestros vecinos del norte.
Mientras tanto, las escenas fúnebres han sido parte de nuestra vida cotidiana en el año más mortífero del último siglo.
En los albores de la primavera, las Naciones Unidas dio la voz alerta, al reconocer que enfrentábamos la peor pandemia de nuestra historia. Vimos pasar el verano y el otoño con tristeza, el invierno tocó a nuestras puertas con fiereza.
Pasamos la peor de las navidades de nuestra existencia con hospitales desbordados, sin la infraestructura ni los medicamentos necesarios, con panteones y hornos crematorios al tope. Atrás quedaron las falsas promesas de disponer de un sistema sanitario del primer mundo.
Pensar que decenas de miles de personas ya no están aquí, sin saber a qué horas sucedió su desgracia.
Hoy todo parecería una locura. El número de muertos es descomunal.
Nuestra tragedia comenzó con la muerte de un joven de 41 años que había asistido a un concierto de rock el 3 de marzo en el Palacio de los Deportes. Fue internado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. El 19 de marzo su cuerpo salió directo a la morgue…
Nada ha cambiado desde entonces.
En mi nostalgia invernal transcurren en mi jardín ciertos atardeceres apacibles de soledad y lejanía, con un poco de sol. De vez en cuando las bandadas de pájaros vuelan hacia el sureste y se escuchan, esporádicamente, como si provinieran de un mundo irreal. Nostalgia de aquellos mediodías cuando el tiempo parecía paralizarse sobre las ramas. La quietud es tan irreal que ni los pájaros se mueven entre el follaje.
Así se nos acaba el peor año de nuestra existencia ante la impunidad de un gobierno y su falsa estrategia. Donde reina la ambición de un hombre ávido de poder que lucra políticamente con la desgracia en un país de pobres donde el hombre piensa con el estómago ve con su desnudez y siente con su miseria.
Sólo nos cabe preguntar, ¿Y ahora quién sigue?

martes, 15 de diciembre de 2020

Contracolumna • MORENA, UN PARTIDO SALCHICHA • TLAXCALA, UNA DULCE DERROTA



JOSÉ MARTÍNEZ M.

Bajo el disfraz de una falsa Cenicienta, Morena obtuvo un arrasador triunfo en las pasadas elecciones. Parecía un cuento de hadas para ser verdad. Después de los resultados insólitos del 2018, Morena terminó como una puta vieja a la que los electores no le quieren volver a ver la cara.
Morena quedó atrapado en sus propias contradicciones. Más que un partido, Morena es una caterva. Un partido hecho como las salchichas, con lo peor de los desperdicios de la política.
Sin liderazgo y en medio de disputas internas por el control del partido, Morena nos acaba de brindar un espectáculo deleznable en la guerra interna por las candidaturas.
El arribismo y el oportunismo han caracterizado al partido obradorista. Eso quedó claro en la reciente disputa por las candidaturas en los 15 estados en los que habrá elecciones para gobernador.
Desde su implementación, Morena fue construido de una manera semejante a las salchichas. No hay peor político que un morenista. Son peor que los caníbales. Se alimentan hasta de la carroña política.
En el negocio de las carnes se le llama obrador al productor de embutidos. Y en analogía a su origen, Obrador hizo un partido con todos los desperdicios de la política.
En Tlaxcala, justamente, la heredera de uno de los clanes del negocio de los embutidos, Dulce Silva –cuya familia es propietaria de la Empacadora Silva, incluye entre sus marcas la de El Cerdito, la más reconocida que lidera el mercado de carnes frías y embutidos en el sureste del país– se quejó del proceso interno en Morena al que calificó como un “cochinero”, toda vez que perdió la nominación a la gubernatura.
Tlaxcala resume lo que representa Morena en la política.
Gracias al dedazo –como en los viejos tiempos– Lorena Cuéllar Cisneros fue ungida como la candidata.
Impugnada por la misma base del partido y por sus contrincantes, Lorena Cuéllar llega bajo severos señalamientos de corrupción y nepotismo.
Que lo diga Dulce Silva no es cualquier cosa.
Dulce no es cualquier militante de Morena. Es una de las personas más cercanas al presidente Obrador. Es la esposa del colaborador más próximo al tabasqueño, César Yáñez, el amigo, cómplice y confidente de Obrador por más de 20 años.
Simplemente a Dulce Silva la “chamaquearon”. Gastó millones de pesos buscando “comprar” la candidatura. En cambio, Lorena Cuéllar garantiza a Obrador una fe ciega. Dulce cometió el error de despotricar en contra del presidente. Por instrucciones de la propia Lorena Cuéllar su equipo filtró una grabación en la que se escucha la voz de Dulce cuestionando al gobierno de su padrino de bodas.
Lorena quien es una persona sin escrúpulos atacó un día sí y otro también a su compañera de partido. La ambición la cegó y está dispuesta a cualquier cosa con tal de obtener su cometido.
Lorena ha pasado de partido en partido como una diestra saltimbanqui. Una verdadera acróbata de la política capaz de aliarse con Dios y con el diablo.
A espaldas de Morena, Lorena Cuéllar es impulsada por grupos identificados con el panismo, en particular del Yunque. Entre ellos, el exgobernador Antonio Gali, un empresario de los giros negros.
Dulce Silva acusa que la designación de Lorena es una traición a los principios de Morena en su lucha contra la corrupción.
Tras su amarga derrota, Dulce cuestionó la postulación en un comunicado en el que señala: “Es una lástima que la militancia de Morena haya sido engañada deliberadamente ofreciéndole un proceso legal, transparente y democrático y lo que en realidad se tuvo fue una negociación cupular…
“Llamo la atención de todos los militantes de Morena en torno del riesgo que corremos al entregar nuestro destino en manos de personas obsesionadas con el ejercicio del poder público, a pesar de haberse comprobado y estar en curso las investigaciones por acciones de corrupción, desvío de recursos y delitos de gravedad equiparable, de parte de la persona que fue nominada por Morena para competir por la gubernatura de Tlaxcala…”
Es la misma película en cada uno de los estados en los que habrá elecciones para gobernador.
En Morena, solo el silencio cómplice tiene recompensas. Un ejemplo de ello fue el nombramiento de Tatiana Clouthier en la secretaría de Economía a cambio de renunciar a sus aspiraciones para contender por la gubernatura de Nuevo León.
Tatiana cedió su lugar a Clara Luz Flores, quien militó 22 años en el PRI quien apenas en febrero pasado renunció al partido tricolor.
Con la nominación de Clara Luz, el presidente Obrador busca las simpatías del sector empresarial. El partido fue marginado y las bases ni siquiera fueron tomadas en cuenta.
Lo mismo ocurre en Tlaxcala y el resto del país. Morena hizo de la disputa por las candidaturas un cochinero. El gran elector es Obrador. Morena es solo un florero de la cuarta transformación.
Esta situación fortalece a la oposición. La alianza del PRI-PAN-PRD tiene el desafío de recuperar sus espacios políticos con candidatos identificados con las bases.
Al parecer los partidos que pasaron a la oposición tras los resultados insólitos del 2018, comienzan a recuperarse de la conmoción que les llevó a la derrota.
Los triunfos del PRI en Coahuila e Hidalgo abrigan esperanza a los priistas.
Así, ante una situación adversa, el PRI como el ave Fénix se apresta a renacer de sus propias cenizas.
En Tlaxcala todo parece indicar que el PRI se fortalece. Sobre ello abundaremos mañana en este espacio cuando abordemos el tema de las alianzas.

lunes, 14 de diciembre de 2020

Contracolumna · JUAN VELÁSQUEZ, EN DEFENSA DE LA BUAP · BARBOSA, ENEMIGO DE LOS UNIVERSITARIOS


 


JOSÉ MARTÍNEZ M.
Para los miembros del Consejo Universitario de la BUAP
por la defensa de la autonomía

Juan Velázquez Evers es uno de los juristas más prestigiados de México y uno de los más reconocidos a nivel internacional. Es un distinguido universitario de la máxima casa de estudios de nuestro país: la UNAM.
Es el único civil que ha sido condecorado en cuatro ocasiones por nuestras fuerzas armadas (Ejército Nacional y Marina). El Poder Ejecutivo lo condecoró con la Presea al mérito jurídico a la Excelencia en el ejercicio profesional.
Por ser uno de los profesores más distinguidos, la UNAM le otorgó la Presea Conmemorativa de los Cuatrocientos Cincuenta Años de Derecho de América.
Así como el Puma es el símbolo que une a los universitarios, Juan Velásquez se ha hermanado con el símbolo de los Lobos que une a los universitarios de la BUAP.
Como los Centauros, hora Velásquez es mitad Puma y mitad Lobo. Tan es así, que al recibir la condecoración de la BUAP, Velásquez se sumó a la defensa de la autonomía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Hace un par de meses, el exrector de la BUAP, Enrique Doger puso en mis manos un tesoro: una investigación dirigida por el Maestro Horacio Labastida Muñoz sobre la Autonomía Universitaria y el Artículo Tercero de la Constitución.
Tuve el privilegio de trabar amistad con don Horacio Labastida en sus tiempos de senador de la república, mientras me desempeñaba como reportero del desaparecido periódico unomásuno.
Poblano ilustre, don Horacio estudió derecho en la Universidad de Puebla, de la que fue rector (1947-1950). Justamente el próximo 22 de diciembre habrán de cumplirse 16 años de su partida. Como centenares de sus amigos acudí a despedirlo en la funeraria, ahí mismo se encontraban muchos de los que ahora gobiernan el país. Entre ellos, Andrés Manuel López Obrador, quien entonces ocupaba la jefatura de gobierno del Distrito Federal.
Como rector, don Horacio fue un impulsor de la autonomía de la Universidad de Puebla. Seis años después de su gestión la universidad alcanzó su autonomía en 1956. Fue resultado de una larga lucha que inició en 1935 donde los universitarios resistieron los embates de los distintos poderes públicos.
Hace más de veinte años que conozco al actual rector de la BUAP, José Alfonso Esparza Ortiz, un líder universitario discreto y tenaz que ahora mismo sufre los embates de uno de los gobernadores más nefastos en la historia de Puebla.
Hace un poco más de diez años presenté a Esparza Ortiz con el ingeniero Carlos Slim entonces el Ingeniero ocupaba la cima como el hombre más rico del mundo y la editorial Océano lanzaba una nueva edición del perfil biográfico que escribí sobre el magnate de las telecomunicaciones fue un encuentro extraordinario porque la agenda de 30 minutos que se había pactado, se prolongó por más de tres horas. Por desgracia, el entonces rector de la BUAP Enrique Agüera se encargó de demoler los acuerdos obtenidos en esa reunión. Le ganó la frivolidad y sus intereses políticos por encima de los de la Universidad.
Desde que asumió su mandato como rector, dejé de frecuentar a Esparza Ortiz, ahora con el embate contra la BUAP he asumido una postura en defensa de la autonomía de la universidad.
Tenía razón Vasconcelos. “Por mi raza hablará el espíritu”, es el mayor símbolo que nos une a los universitarios.
Es justamente esa la razón que une a Juan Velásquez con la BUAP: la defensa de su autonomía.
Es lamentable que un gobernante pequeño como Migue Barbosa dedique su tiempo a denostar al rector Esparza Ortiz en un afán por imponer a uno de sus secuaces políticos en su afán por apoderarse de la Universidad.
Juan Velásquez un jurista respetado, dentro y fuera del país quien en su prolífica trayectoria de 50 años como litigante jamás ha perdido un juicio, ahora decide sumarse a la defensa de la autonomía de la BUAP.
Velásquez es un defensor de la universidad pública y ha sido un feroz defensor de la autonomía universitaria. Tan es así que su defensa de la autonomía ha sentado jurisprudencia ante las amenazas y la intromisión de los poderes políticos que han tratado de socavar la vida de los universitarios.
Eso ocurrió hace tres años cuando grupos políticos del estado de Hidalgo pretendían crear, fuera de todo marco constitucional, un órgano de control ajeno a la Universidad bajo el pretexto de reformar mediante un decreto la ley orgánica de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).
Dicho decreto incluía la designación de contralores externos para vigilar la aplicación de recursos en los entes autónomos estatales, entre ellos la Comisión de Derechos Humanos, el Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública Gubernamental y Protección de Datos Personales y la UAEH.
Juan Velásquez asumió la defensa de la Universidad y llevó el caso a las más altas instancias de la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuyas autoridades avalaron por unanimidad el proyecto de resolución en favor de la máxima casa de estudios de Hidalgo para proteger el principio de autonomía, estipulado en el artículo tercero de la Constitución. Dicho precepto señala que las universidades y las instituciones de educación superior a las que la ley otorgue esta libertad tendrán la facultad de gobernarse a sí mismas.
Aún peor que en el caso de Hidalgo, el gobernador Barbosa ha llegado al extremo de criminalizar a las máximas autoridades de la BUAP, el rector Esparza Ortiz es víctima de una persecución judicial sin precedente.
Por esa razón, es importante la decisión de Juan Velásquez de sumarse a la defensa de la BUAP para enfrentar a uno de los gobiernos más nefastos en la historia de Puebla.
Hace unos años Velásquez había decidido retirarse de los litigios. La defensa del expresidente Echeverría fue el último caso que llevó en los tribunales que finalmente absolvieron al exmandatario que sobre su persona se ceñían. Cuando Echeverría le ofreció el pago de sus honorarios (cuatro millones de pesos), Velásquez lo rechazó.
La defensa de la BUAP es una decisión de compromiso político con la Universidad. Va más allá de un mero asunto económico.
A lo largo de su trayectoria Velásquez ha asumido la defensa de personajes polémicos, desde presidentes de la república y poderosos empresarios hasta conspicuos políticos que han estado en el epicentro de los escándalos mediáticos.
El reconocimiento de la BUAP otorgado al jurista, es uno más del millar de los que tiene registrados en su palmarés, pero sin duda uno de los más significativos.

jueves, 3 de diciembre de 2020

Contracolumna • SISTEMA DE JUSTICIA CORRUPTO • PERIODISTAS CONTRA LA IMPUNIDAD

JOSÉ MARTÍNEZ M.

México tiene un sistema de justicia corrupto.
Ministros, magistrados, jueces, secretarios y hasta los más modestos archivistas se han visto involucrados en actos criminales.
El Consejo de la Judicatura Federal en su informe de 2019 dio a conocer el castigo a 148 jueces y magistrados de circuito que venían cometiendo delitos desde años atrás.
El Poder Judicial ha sido penetrado por la delincuencia organizada. No hace mucho un ministro de la Suprema Corte fue depuesto de su cargo por delitos de “lavado de dinero”. No es un asunto de poca importancia. En el poder judicial la corrupción, el nepotismo y el acoso sexual es cosa de todos los días.
Pero hay quienes se asumen intocables. Uno de ellos es el magistrado Jesús Jiménez Martínez quien durante su gestión como presidente del Poder Judicial del estado de Tlaxcala fue sorprendido en la confabulación de un acto de corrupción por más de 10 millones de pesos de devolución de impuestos por el Sistema de Administración Tributaria.
Se trata de un verdadero acto de rapiña en contra de la Secretaría de Hacienda. Un caso que amerita la abierta y directa intervención de la Unidad de Inteligencia Financiera para deslindar responsabilidades.
Cuando los periodistas Edgardo Cabrera Morales y José Luis Ahuactzin Ávila dieron a conocer un video donde aparece el magistrado Jesús Jiménez Martínez confabulándose con otros servidores públicos para apropiarse indebidamente de los recursos del SAT, comenzaron a destapar la cloaca del Poder Judicial de Tlaxcala en la que están coludidos funcionarios del Congreso Local y de la propia Comisión de Derechos Humanos.
Se trata de un caso de delincuencia organizada orquestada desde el poder. En el escándalo se han mezclado los intereses del aparato de justicia que opera como una verdadera mafia.
Los periodistas Cabrera Morales y Ahuactzin Ávila –quienes pertenecen al Consejo de Medios de Comunicación de Tlaxcala– están decididos a llevar hasta sus últimas consecuencias el caso de la corrupción del poder judicial de Tlaxcala que hoy tiene al magistrado Jiménez Martínez al borde de un juicio político.
Los periodistas mencionados han enfrentado numerosos obstáculos y amenazas de parte del expresidente del poder judicial quien les declaró una guerra de demandas para tratar de desgastarlos con el propósito de que cejen en su pretensión por enjuiciarlo.
Las pruebas contra el magistrado son irrefutables y los diputados del Congreso tienen en sus manos la responsabilidad de someter a juicio político a un alto funcionario del poder judicial que había jurado servir a la justicia pero que resultó un auténtico criminal.
Lo mismo había dicho el ministro de la Suprema Corte Eduardo Medina Mora cuando el periodista Salvador García Soto lo denunció con pruebas irrefutables que le costaron el cargo.
El magistrado Jiménez Martínez ha contado con la complicidad de funcionarios de otros poderes, uno de ellos fue su cuñado José Manuel Hernández Morales quien funge como secretario técnico de la Comisión Instructora de Juicio Político del Congreso Local, quien está obligado a excusarse de intervenir en el caso por el conflicto de interés.
A lo largo de la pandemia se han puesto pretextos inverosímiles para que el magistrado sea juzgado.
Las demandas de juicio político iniciaron con una petición de un grupo de juristas (Jerónimo Popocatl, Raciel Santacruz Meneses, Estela Sánchez García, Yessenia Carrillo Romero y Bernardo Fernández Sánchez).
La respuesta del magistrado Jiménez Martínez era de burla y se refocilaba fanfarroneando que es “intocable”, pues como presidente del Tribunal Superior de Justicia mantuvo bajo su control lo mismo a jueces que magistrados. Para su mala suerte el pleno del Congreso aprobó la creación de una Comisión Especial para estudiar las demandas de los juristas y de los periodistas que han dado una ardua batalla contra la impunidad.
En este caso ha salido a relucir el tráfico de influencias de la Comisión Estatal de Derechos Humanos con el Poder Judicial, de ahí la negativa de este organismo para intervenir en el caso del magistrado Jiménez Martínez aun cuando se cuenta con pruebas que atentan contra la libertad de expresión cometidas por dicho funcionario como las demandas penales en contra de los periodistas Cabrera Morales y Ahuactzin Ávila quienes han sido hostigados y amenazados, además de tratar de censurarlos solo por el simple hecho de haber divulgado el video donde el expresidente del Tribunal Superior de Justicia se amafiaba con otros funcionarios para birlar en su beneficio con la devolución de impuestos del SAT al TSJ del estado de Tlaxcala.
El magistrado Jiménez Martínez es parte de la mafia del poder judicial que tanto ha sido denunciada por el presidente Obrador.
Hace poco el Consejo de la Judicatura Federal sancionó al magistrado Jorge Arturo Romero Ocampo por estar implicado en una red de corrupción que servía a los intereses que se oponían a la construcción del aeropuerto de Santa Lucía.
Ahora mismo el magistrado presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, José Luis Vargas Valdez fue exhibido por la prensa por sus excesos y abusos. Como es la contratación de automóviles de lujo de último modelo con blindajes especiales por decenas de millones de pesos.
El magistrado de Tlaxcala Jiménez Martínez es parte de ese enjambre de funcionarios corruptos del Poder Judicial que actúan con impunidad a todo lo largo y ancho del país.
Para nadie es un secreto, como lo han revelado en sus investigaciones los periodistas Cabrera Morales y Ahuactzin Ávila, sobre las redes de nepotismo y complicidad en la están involucrados jueces y magistrados que dan empleo a sus familiares (esposas o parejas, hijos, hermanos, padres, yernos, concuños, sobrinos, tíos y suegras y amantes).
Esto es lo que incomoda al magistrado Jiménez Martínez pillado en un evidente acto de corrupción que hoy lo mantiene de cara a un juicio político por las valientes investigaciones de los periodistas Cabrera Morales y Ahuactzin Ávila quienes –a riesgo de su seguridad– han dado una ejemplar lucha contra la impunidad.