lunes, 14 de diciembre de 2020

Contracolumna · JUAN VELÁSQUEZ, EN DEFENSA DE LA BUAP · BARBOSA, ENEMIGO DE LOS UNIVERSITARIOS


 


JOSÉ MARTÍNEZ M.
Para los miembros del Consejo Universitario de la BUAP
por la defensa de la autonomía

Juan Velázquez Evers es uno de los juristas más prestigiados de México y uno de los más reconocidos a nivel internacional. Es un distinguido universitario de la máxima casa de estudios de nuestro país: la UNAM.
Es el único civil que ha sido condecorado en cuatro ocasiones por nuestras fuerzas armadas (Ejército Nacional y Marina). El Poder Ejecutivo lo condecoró con la Presea al mérito jurídico a la Excelencia en el ejercicio profesional.
Por ser uno de los profesores más distinguidos, la UNAM le otorgó la Presea Conmemorativa de los Cuatrocientos Cincuenta Años de Derecho de América.
Así como el Puma es el símbolo que une a los universitarios, Juan Velásquez se ha hermanado con el símbolo de los Lobos que une a los universitarios de la BUAP.
Como los Centauros, hora Velásquez es mitad Puma y mitad Lobo. Tan es así, que al recibir la condecoración de la BUAP, Velásquez se sumó a la defensa de la autonomía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Hace un par de meses, el exrector de la BUAP, Enrique Doger puso en mis manos un tesoro: una investigación dirigida por el Maestro Horacio Labastida Muñoz sobre la Autonomía Universitaria y el Artículo Tercero de la Constitución.
Tuve el privilegio de trabar amistad con don Horacio Labastida en sus tiempos de senador de la república, mientras me desempeñaba como reportero del desaparecido periódico unomásuno.
Poblano ilustre, don Horacio estudió derecho en la Universidad de Puebla, de la que fue rector (1947-1950). Justamente el próximo 22 de diciembre habrán de cumplirse 16 años de su partida. Como centenares de sus amigos acudí a despedirlo en la funeraria, ahí mismo se encontraban muchos de los que ahora gobiernan el país. Entre ellos, Andrés Manuel López Obrador, quien entonces ocupaba la jefatura de gobierno del Distrito Federal.
Como rector, don Horacio fue un impulsor de la autonomía de la Universidad de Puebla. Seis años después de su gestión la universidad alcanzó su autonomía en 1956. Fue resultado de una larga lucha que inició en 1935 donde los universitarios resistieron los embates de los distintos poderes públicos.
Hace más de veinte años que conozco al actual rector de la BUAP, José Alfonso Esparza Ortiz, un líder universitario discreto y tenaz que ahora mismo sufre los embates de uno de los gobernadores más nefastos en la historia de Puebla.
Hace un poco más de diez años presenté a Esparza Ortiz con el ingeniero Carlos Slim entonces el Ingeniero ocupaba la cima como el hombre más rico del mundo y la editorial Océano lanzaba una nueva edición del perfil biográfico que escribí sobre el magnate de las telecomunicaciones fue un encuentro extraordinario porque la agenda de 30 minutos que se había pactado, se prolongó por más de tres horas. Por desgracia, el entonces rector de la BUAP Enrique Agüera se encargó de demoler los acuerdos obtenidos en esa reunión. Le ganó la frivolidad y sus intereses políticos por encima de los de la Universidad.
Desde que asumió su mandato como rector, dejé de frecuentar a Esparza Ortiz, ahora con el embate contra la BUAP he asumido una postura en defensa de la autonomía de la universidad.
Tenía razón Vasconcelos. “Por mi raza hablará el espíritu”, es el mayor símbolo que nos une a los universitarios.
Es justamente esa la razón que une a Juan Velásquez con la BUAP: la defensa de su autonomía.
Es lamentable que un gobernante pequeño como Migue Barbosa dedique su tiempo a denostar al rector Esparza Ortiz en un afán por imponer a uno de sus secuaces políticos en su afán por apoderarse de la Universidad.
Juan Velásquez un jurista respetado, dentro y fuera del país quien en su prolífica trayectoria de 50 años como litigante jamás ha perdido un juicio, ahora decide sumarse a la defensa de la autonomía de la BUAP.
Velásquez es un defensor de la universidad pública y ha sido un feroz defensor de la autonomía universitaria. Tan es así que su defensa de la autonomía ha sentado jurisprudencia ante las amenazas y la intromisión de los poderes políticos que han tratado de socavar la vida de los universitarios.
Eso ocurrió hace tres años cuando grupos políticos del estado de Hidalgo pretendían crear, fuera de todo marco constitucional, un órgano de control ajeno a la Universidad bajo el pretexto de reformar mediante un decreto la ley orgánica de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).
Dicho decreto incluía la designación de contralores externos para vigilar la aplicación de recursos en los entes autónomos estatales, entre ellos la Comisión de Derechos Humanos, el Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública Gubernamental y Protección de Datos Personales y la UAEH.
Juan Velásquez asumió la defensa de la Universidad y llevó el caso a las más altas instancias de la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuyas autoridades avalaron por unanimidad el proyecto de resolución en favor de la máxima casa de estudios de Hidalgo para proteger el principio de autonomía, estipulado en el artículo tercero de la Constitución. Dicho precepto señala que las universidades y las instituciones de educación superior a las que la ley otorgue esta libertad tendrán la facultad de gobernarse a sí mismas.
Aún peor que en el caso de Hidalgo, el gobernador Barbosa ha llegado al extremo de criminalizar a las máximas autoridades de la BUAP, el rector Esparza Ortiz es víctima de una persecución judicial sin precedente.
Por esa razón, es importante la decisión de Juan Velásquez de sumarse a la defensa de la BUAP para enfrentar a uno de los gobiernos más nefastos en la historia de Puebla.
Hace unos años Velásquez había decidido retirarse de los litigios. La defensa del expresidente Echeverría fue el último caso que llevó en los tribunales que finalmente absolvieron al exmandatario que sobre su persona se ceñían. Cuando Echeverría le ofreció el pago de sus honorarios (cuatro millones de pesos), Velásquez lo rechazó.
La defensa de la BUAP es una decisión de compromiso político con la Universidad. Va más allá de un mero asunto económico.
A lo largo de su trayectoria Velásquez ha asumido la defensa de personajes polémicos, desde presidentes de la república y poderosos empresarios hasta conspicuos políticos que han estado en el epicentro de los escándalos mediáticos.
El reconocimiento de la BUAP otorgado al jurista, es uno más del millar de los que tiene registrados en su palmarés, pero sin duda uno de los más significativos.

jueves, 3 de diciembre de 2020

Contracolumna • SISTEMA DE JUSTICIA CORRUPTO • PERIODISTAS CONTRA LA IMPUNIDAD

JOSÉ MARTÍNEZ M.

México tiene un sistema de justicia corrupto.
Ministros, magistrados, jueces, secretarios y hasta los más modestos archivistas se han visto involucrados en actos criminales.
El Consejo de la Judicatura Federal en su informe de 2019 dio a conocer el castigo a 148 jueces y magistrados de circuito que venían cometiendo delitos desde años atrás.
El Poder Judicial ha sido penetrado por la delincuencia organizada. No hace mucho un ministro de la Suprema Corte fue depuesto de su cargo por delitos de “lavado de dinero”. No es un asunto de poca importancia. En el poder judicial la corrupción, el nepotismo y el acoso sexual es cosa de todos los días.
Pero hay quienes se asumen intocables. Uno de ellos es el magistrado Jesús Jiménez Martínez quien durante su gestión como presidente del Poder Judicial del estado de Tlaxcala fue sorprendido en la confabulación de un acto de corrupción por más de 10 millones de pesos de devolución de impuestos por el Sistema de Administración Tributaria.
Se trata de un verdadero acto de rapiña en contra de la Secretaría de Hacienda. Un caso que amerita la abierta y directa intervención de la Unidad de Inteligencia Financiera para deslindar responsabilidades.
Cuando los periodistas Edgardo Cabrera Morales y José Luis Ahuactzin Ávila dieron a conocer un video donde aparece el magistrado Jesús Jiménez Martínez confabulándose con otros servidores públicos para apropiarse indebidamente de los recursos del SAT, comenzaron a destapar la cloaca del Poder Judicial de Tlaxcala en la que están coludidos funcionarios del Congreso Local y de la propia Comisión de Derechos Humanos.
Se trata de un caso de delincuencia organizada orquestada desde el poder. En el escándalo se han mezclado los intereses del aparato de justicia que opera como una verdadera mafia.
Los periodistas Cabrera Morales y Ahuactzin Ávila –quienes pertenecen al Consejo de Medios de Comunicación de Tlaxcala– están decididos a llevar hasta sus últimas consecuencias el caso de la corrupción del poder judicial de Tlaxcala que hoy tiene al magistrado Jiménez Martínez al borde de un juicio político.
Los periodistas mencionados han enfrentado numerosos obstáculos y amenazas de parte del expresidente del poder judicial quien les declaró una guerra de demandas para tratar de desgastarlos con el propósito de que cejen en su pretensión por enjuiciarlo.
Las pruebas contra el magistrado son irrefutables y los diputados del Congreso tienen en sus manos la responsabilidad de someter a juicio político a un alto funcionario del poder judicial que había jurado servir a la justicia pero que resultó un auténtico criminal.
Lo mismo había dicho el ministro de la Suprema Corte Eduardo Medina Mora cuando el periodista Salvador García Soto lo denunció con pruebas irrefutables que le costaron el cargo.
El magistrado Jiménez Martínez ha contado con la complicidad de funcionarios de otros poderes, uno de ellos fue su cuñado José Manuel Hernández Morales quien funge como secretario técnico de la Comisión Instructora de Juicio Político del Congreso Local, quien está obligado a excusarse de intervenir en el caso por el conflicto de interés.
A lo largo de la pandemia se han puesto pretextos inverosímiles para que el magistrado sea juzgado.
Las demandas de juicio político iniciaron con una petición de un grupo de juristas (Jerónimo Popocatl, Raciel Santacruz Meneses, Estela Sánchez García, Yessenia Carrillo Romero y Bernardo Fernández Sánchez).
La respuesta del magistrado Jiménez Martínez era de burla y se refocilaba fanfarroneando que es “intocable”, pues como presidente del Tribunal Superior de Justicia mantuvo bajo su control lo mismo a jueces que magistrados. Para su mala suerte el pleno del Congreso aprobó la creación de una Comisión Especial para estudiar las demandas de los juristas y de los periodistas que han dado una ardua batalla contra la impunidad.
En este caso ha salido a relucir el tráfico de influencias de la Comisión Estatal de Derechos Humanos con el Poder Judicial, de ahí la negativa de este organismo para intervenir en el caso del magistrado Jiménez Martínez aun cuando se cuenta con pruebas que atentan contra la libertad de expresión cometidas por dicho funcionario como las demandas penales en contra de los periodistas Cabrera Morales y Ahuactzin Ávila quienes han sido hostigados y amenazados, además de tratar de censurarlos solo por el simple hecho de haber divulgado el video donde el expresidente del Tribunal Superior de Justicia se amafiaba con otros funcionarios para birlar en su beneficio con la devolución de impuestos del SAT al TSJ del estado de Tlaxcala.
El magistrado Jiménez Martínez es parte de la mafia del poder judicial que tanto ha sido denunciada por el presidente Obrador.
Hace poco el Consejo de la Judicatura Federal sancionó al magistrado Jorge Arturo Romero Ocampo por estar implicado en una red de corrupción que servía a los intereses que se oponían a la construcción del aeropuerto de Santa Lucía.
Ahora mismo el magistrado presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, José Luis Vargas Valdez fue exhibido por la prensa por sus excesos y abusos. Como es la contratación de automóviles de lujo de último modelo con blindajes especiales por decenas de millones de pesos.
El magistrado de Tlaxcala Jiménez Martínez es parte de ese enjambre de funcionarios corruptos del Poder Judicial que actúan con impunidad a todo lo largo y ancho del país.
Para nadie es un secreto, como lo han revelado en sus investigaciones los periodistas Cabrera Morales y Ahuactzin Ávila, sobre las redes de nepotismo y complicidad en la están involucrados jueces y magistrados que dan empleo a sus familiares (esposas o parejas, hijos, hermanos, padres, yernos, concuños, sobrinos, tíos y suegras y amantes).
Esto es lo que incomoda al magistrado Jiménez Martínez pillado en un evidente acto de corrupción que hoy lo mantiene de cara a un juicio político por las valientes investigaciones de los periodistas Cabrera Morales y Ahuactzin Ávila quienes –a riesgo de su seguridad– han dado una ejemplar lucha contra la impunidad.

Contracolumna • EN DEFENSA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN • BASTA DEL ACOSO CONTRA RODOLFO RUIZ


JOSÉ MARTÍNEZ M.


Los periodistas y la opinión pública no debemos de permanecer indiferentes ante lo que está ocurriendo en Puebla contra la prensa frente a la abominable conducta del gobernador Barbosa.
El periodista Rodolfo Ruiz editor y director fundador del portal de noticias E–Consulta se encuentra como un náufrago en altamar frente al acecho de auténticos depredadores de la libertad de expresión.
Todos sabemos las patrañas del gobernador y cómo la mafia gobierna en Puebla desde su llegada al poder.
Para destruir el trabajo del periodista Rodolfo Ruiz, desde el gobierno de Barbosa se urdió el plan para atacarlo con demandas por “daño moral”. Hasta ahora Rodolfo Ruiz tiene acumuladas siete demandas, cuyo conjunto exige una reparación por 37 millones de pesos.
Rodolfo Ruiz es un periodista respetado que se ha ganado a pulso un prestigio dentro y fuera del periodismo. Es poseedor de una sólida formación académica y desde hace casi cuatro décadas ejerce el periodismo. En los últimos dieciocho años su blog La Corte de los Milagros ha reseñado la vida pública de Puebla. Ha colaborado con algunos de los diarios más importantes del país, entre ellos El Universal, La Jornada y Milenio.
La trayectoria del periodista Ruiz Rodríguez ha dejado una huella en el periodismo poblano al ejercer un periodismo crítico como un feroz guardián de la libertad de expresión.
Pero al gobernador Barbosa para lidiar con su impopularidad y su falta de legitimidad ha recurrido a los periodistas bufones que sexenio a sexenio juegan a ser los sicarios de los gobernantes en turno, como ocurre en muchos otros estados del país donde los auténticos periodistas son los más vulnerables por el asedio de los políticos y las mafias del crimen organizado.
Barbosa, en esa dualidad de político y mafioso utiliza el dinero público para garantizar “lealtades” y “neutralizar” enemigos.
Justamente Rodrigo Ruiz ha desempeñado la narrativa del periodismo para entender cómo actúan las mafias políticas de Puebla, no tanto porque incurra en asumir un papel con el sello de la antimafia.
Lo grave es que el gobierno de la república disponga en el papel de un rimbombante organismo con el título de “Mecanismo de protección para personas defensoras de los derechos humanos y periodistas”.
Ese mecanismo está en manos de un político que emergió de las filas del desaparecido Partido Comunista, Alejandro Encinas cuya probidad está más sucia que las anegadas aguas de los albañales. Como legislador, Encinas fue quien protegió al narcodiputado Julio César Godoy Toscano hermano de un jefe de la policía de la Ciudad de México.
Lo ridículo es que Encinas, quien fue compañero del gobernador Barbosa en el PRD, tiene ahora la misión de “proteger” a los periodistas. Hasta ahora han sido ejecutados una veintena de periodistas en lo que va del gobierno de Obrador y el flamante “protector” de los periodistas no se mueve de su zona de confort.
Ante la indiferencia y las amenazas constantes desde el púlpito de Palacio Nacional contra los periodistas, no queda más que apelar a la solidaridad del gremio en defensa de la libertad de expresión y de Rodolfo Ruiz quien es víctima de los abusos y excesos de un gobernante retrógrado como lo es Miguel Barbosa.
Hace poco Barbosa se exhibió en una entrevista con Mario Alberto Mejía, el principal de sus sicarios periodísticos. Este dúo llamó a su encuentro “la charla perversa”.
Cuando Barbosa emprendió su primera campaña para hacerse del gobierno poblano (en la que fue derrotado de manera humillante por la panista Martha Érika Alonso, fallecida junto con su esposo Rafael Moreno Valle en un accidente aéreo), el periodista (bueno eso es un decir) Mario Alberto Mejía llenó de “mierda” a Barbosa hasta llegar con acusaciones temerarias al señalar al propio Barbosa como el “asesino” de los Moreno Valle.
Repito, “la mierda se junta con la mierda” (Julio Scherer dixit). Ahora Barbosa y Mejía están a partir un piñón. Mejía le puso ventilador a la mierda a la campaña de Barbosa, ahora son cómplices y las acusaciones de ayer son pelillos a la mar.
Mientras el gobierno de Barbosa libra una guerra sucia contra el periodista Rodolfo Ruiz, con dinero del erario público se apoya a los “medios leales” al huésped de la Casa Aguayo.
Mejía es el vocero de las marranadas del gobernador, a cambio el periódico ContraRéplica –del que Mejía funge como director– recibe carretadas de dinero.
Los “dueños” de ContraRéplica son Antonio Grajales Salas y Antonio Grajales Farías, los concesionarios de Radio Oro.
La Crónica Puebla es otro de los medios al servicio del gobierno de Barbosa. El dueño de este periódico es Javier Pacheco Pensado, hijo del exgobernador interino Guillermo Pacheco Pulido.
Javier Pacheco es el dueño de la casa donde vive Barbosa y fue quien se encargó de financiar su campaña con dinero de las mafias políticas en el estado.
Edgar Nava es otro empresario coludido con el gobernador Barbosa. Nava es el dueño del periódico 24 Horas Puebla que originalmente fue propiedad de Eukid Castañón.
Como se sabe, Edgar Nava es uno de los beneficiarios de la obra pública en el gobierno de Barbosa. Nava, por ejemplo, a través de su agencia de autos vendió mil patrullas al gobierno del estado.
El periodista Rodrigo Ruiz destapó esa cloaca.
Edgar Nava es un empresario amafiado con el poder. Durante los gobiernos de Melquiades Morales y Mario Marín fue ampliamente favorecido. Ambos gobernantes a cambio recibieron millonarias tajadas, como ahora lo hace con los “moches” en complicidad con Barbosa.
El trabajo periodístico de Rodolfo Ruiz está fuera de toda duda. Un rastreo a sus publicaciones lo demuestra. Cosa que no ocurre con los sicarios periodísticos del gobernador. Por ejemplo, un seguimiento al contenido de la publicaciones de Mejía, lo delatan como un calumnista y difamador. En sus publicaciones la seriedad es banal, razonar está descartado. Por tanto, su trabajo consiste en insultar y calumniar.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Contracolumna · GOBIERNO DE LIMOSNAS · TERCER AÑO DE PESADILLA


JOSÉ MARTÍNEZ M.


En términos estrictos hoy arranca el tercer año de la cuarta trasformación. Ni los más optimistas promotores de ese proyecto político tienen argumentos para hacer un balance propositivo del proyecto obradorista.
En estos dos primeros años de su mandato, el país no ha cambiado, pero el que sí ha cambiado es Obrador.
Los días pasan y su proyecto de “transformar” al país es una simple quimera. La anhelada cuarta transformación es una ilusión producto de su imaginación.
En todo caso se trata de un menjurje de ideas políticas y económicas pero aderezadas con propósitos moralistas y sin el menor ápice de ética.
En su trasnochado discurso, en la confusión ideológica Obrador ve al país como Sodoma y Gomorra y él se asume como un personaje bíblico cuya misión es redimir a un pueblo esclavizado por el legado de la corrupción de un añejo régimen que todo lo pervirtió.
Pero resulta que Obrador es un falso apóstol. Un “charlatán”, como bien lo describió en una sola palabra Octavio Rodríguez Araujo, un reputado estudioso del pensamiento marxista que terminó desencantado de esa cosa que muchos llaman “izquierda” mexicana.
La Cuatro Te es un champurrado oscuro y espeso. A los pobres, Obrador les ha dado atole con el dedo y a los ricos también, solo que acompañado con tamales de chipilín.
El tabasqueño está acostumbrado a comprar voluntades a cambio de unos cuantos pesos. Durante años ha lucrado políticamente con la necesidad de la gente. A sus fieles devotos no les da empleo, pero ofrece dádivas, lo mismo a jóvenes que a los ancianos. Es, por decirlo de una manera vulgar, como darle maíz a los puercos.
Esa masa a la que un magnate de la televisión un día calificó como los “jodidos”, es el alma y el espíritu que le da aliento a la cuarta transformación.
Los pobres son la “base social” de su proyecto, y sobre los cimientos de esa masa descansa todo el peso de un gobierno identificado con otros intereses que no son los de los pobres, pero que Obrador con su machacante discurso todos los días trata de legitimarse.
Alguna ocasión lo dijo abiertamente en un discurso angelical la lideresa de Morena, Yeicol Polevnsky cuando con cinismo y sin escrúpulos nos hizo saber en qué consiste la visión de Morena, el partido de los pobres que ve a la masa de los jodidos como una mera clientela política. Los pobres, subrayó, son unos malagradecidos sin conciencia. Un lumpen.
“Cuando sacas a la gente de la pobreza y llegan a la clase media, se les olvida de dónde vienen”.
El mismo Obrador quien se asume como el redentor de los pobres prefirió sacrificarlos cuando ordenó inundar las partes bajas de Tabasco en el momento en que una presa amenazaba con desbordarse en medio de las lluvias que habían inundado al estado.
Su eslogan de campaña de “Por el bien de todos, primero los pobres”, fue solo una linda frase de campaña, más hueca que la jícara de un bule.
Los dos primeros años de gobierno tienen a los pobres más jodidos que nunca.
Como a los cazadores de safaris les fascina presumir a sus presas, en las campañas políticas a Obrador le gusta posar con los pobres.
La mayoría de las víctimas de la pandemia y de la violencia que azota al país son los más pobres. Sin medicinas, sin empleos y sin futuro, millones de mexicanos viven en el letargo, en una especie de adormecimiento colectivo que produce una somnolencia profunda y prolongada.
Con Obrador la pobreza se ha convertido en una enfermedad patológica.
Llegó al poder con el respaldo electoral como ningún otro de sus antecesores, con el control mayoritario del Congreso, con el apoyo del sector empresarial –a cuyos representantes maldecía– pero su ineptitud, su arrogancia y su ignorancia lo han sumido en una sombra, en un hombre solitario lleno de complejos y limitaciones, atrapado por una corte de aduladores que se han visto beneficiados por el tufo de la corrupción emanada de las cañerías de la cuarta transformación.
El símbolo de la cuarta transformación terminó corrompido por la corrupción. La corrupción hizo nido en el instituto para devolver al pueblo lo robado. Y como ayer con René Bejarano, ahora su secretario particular Alejandro Esquer resultó envuelto en líos de corrupción.
Acostumbrado a ese tufo que corroe a la política, sin distinción de partidos, Obrador simple voltea para otra parte como lo hizo con Bartlett y todo el sequito que lo rodea, incluido el general Cienfuegos o Lozoya.
Julio Scherer lo decía sin tapujos: “la mierda, se junta con la mierda”. Y en esos charcos se comienza a mover Rosario Robles para tratar de obtener su libertad. Ella, la poderosa funcionaria que tenía bajo su responsabilidad el programa de la “cruzada nacional contra el hambre”, mientras el gobierno de Peña Nieto todo era una desenfrenada bacanal.
Gatopardismo puro, los años van y los días vienen y Obrador seguirá hablando en nombre del “pueblo” porque sabe que los pobres son políticamente como el oro molido, y eso le reditúa ganancias políticas.
Dos años después el país está más dividido y atomizado.
Ojalá los pobres sepan algún día en qué consistía la bandera de la cuarta transformación.
Por ahora me quedo con un recuerdo en mi incipiente inicio como periodista, de un hombre maravilloso que se llamó Rodolfo Enrique Cabral, mejor conocido como Facundo Cabral quien contaba la siguiente anécdota: a los nueve años de edad y de vivir en medio de la pobreza más absoluta y tras una largo peregrinaje desde la Tierra del Fuego hasta la ciudad de La Plata en la provincia de Buenos Aires llegó con la idea de ver al presidente Juan Domingo Perón y a su esposa Evita, famosos entonces por su discurso en favor de los pobres, para pedirle un trabajo.
Evita se sorprendió por las palabras de aquel niño descalzo y desarrapado que no pedía limosna, sino un empleo.
Acá, Obrador y su cuarta transformación es la otra cara de la historia.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Contracolumna: MARADONA - JOSÉ MARTÍNEZ M.

 


 JOSÉ MARTÍNEZ M.

En la zona del Tigre, al norte de la ciudad de Buenos Aires, en la negrura salpicada de estrellas, se fue a la cama a descansar, la vigilia era un inevitable presagio. Durante horas lo acosó el sueño que lo había maltratado toda la noche, en el naufragio de pensamientos logró dormir, pero ya no despertó.
Murió inexplicablemente devorado por el hastío. Su existencia diaria estaba fatalmente condenada a la monotonía. El trajín y la vaciedad de todos aquellos años lo anclaron en la frivolidad hasta el final de su vida. Sin tregua renovada pasaba los años, los meses, las semanas y los días en una especie de adormecida conciencia, de un pesado estupor, de haber vivido sin fines, de haber estado comiendo y produciendo mierda durante los años y los años.
Su cuerpo estaba dotado de apetitos urgentes, de una insaciable multiplicidad por esa droga que un famoso escritor argentino llamó “exitocina”. Quienes tienen esa adicción no saben qué hacer con ella.
Una tarde cualquiera, el que fue el hombre más rico del mundo me dio una cátedra de lo que, según él, es el éxito. La “exitocina”, me dijo, no solo es el dinero, es hacer lo que más amas en la vida y te lleva al triunfo.
Ahora que falleció el famoso personaje en medio del estupor en todos los rincones del mundo, él fue un zafio como muchos hombres y mujeres meramente intuitivos y sólidamente ignorantes. Personajes que alcanzaron la gloria y se hicieron millonarios, unos simples tunantes con historias semejantes. Siempre insatisfechos, convertidos en objetos, en ídolos, vanidosos a raudales, que consciente o de manera inconsciente se encargaron de derrumbar sus mitos.
Dinero, alcohol, drogas y sexo. Fama y poder, hay muchos que no saben qué hacer con ello. Muchos de estos personajes llegan a la fama de una manera deslumbrante, provenientes de un barrio de alguna ciudad pequeña, despuntan desde los primeros años de su existencia, sustraídos de la casa paterna salen derecho a las fauces de los lobos.
Poseídos como objetos, las estrellas del espectáculo (de los deportes o la farándula) son especímenes que sufren una deshumanización que los amarga y pudre aprisa. Son pocos en realidad los que se apartan de ese itinerario.
Maradona fue etiquetado como “el mejor futbolista del mundo”. Despertó encanto y exaltación entre quienes lo vieron jugar con la magia que hacían sus poderosas piernas. Muchos dueños de equipos en el mundo querían adueñarse de él, en medio del gozo, la codicia y el dolor de sus triunfos y derrotas.
Tras su fama en las canchas llegó el momento del retiro en la plenitud de su vida –aunque para el futbol ya era un viejo– tenía entonces 37 años pero su cuerpo escocido y aterido de tantos golpes lo llevó a una nueva vida que con años acabó en una desdeñosa lástima. Su poderosa figura física se acabó y comenzó abiertamente a llevar una existencia de una frivolidad asfixiante sin mínimos espacios a la inteligencia.
Los políticos en turno, de aquí y allá, comenzaron a servirse de él. Lo mismo en Libia que en Dubái, en Cuba que en Venezuela, en Argentina que en México.
En el fútbol la inteligencia es un artículo de escaso consumo o de ningún consumo. Pero en ese mundo sobra la adulación a raudales. Las estrellas de ese deporte, como en muchos otros, son manejados, manoseados y poseídos como objetos. Y Maradona no sabía que en lo oscuro del olmo podrido las arañas van tejiendo sus telas grises. Restaurantes de lujo, antros y fiestas continúas con borracheras los 365 días del año con amigos y desconocidos de a poco se iba urdiendo la vía dolorosa de su triste final.
El encierro permanente por la pandemia lo deprimió y la abstinencia lo acabó. El sobrepeso de su cuerpo lo tenía semiparalizado ni siquiera tenía un perro para conversar con él. Sus conversaciones sin fin eran con las paredes de su cuarto ni siquiera con los criados que lo atendieron sus últimos días.
Desde mucho antes de los 60 años de edad, era ya un tiliche, cuando llegaba a salir a la calle no aguardaba el equilibrio. Alguna vez en el palco de un estadio mientras veía la derrota de su selección se le vio auxiliado por un equipo médico, cuando algunos llegaron a temer lo peor. En los últimos meses cuando se caía y no había nadie a su alrededor, se quedaba en el suelo hasta que alguien lo ayudaba a levantarse.
La compulsión irrefrenable de entregarse a una vida mundana lo derrotó. En la plenitud de su vida se le veía con envidia por las mujeres de las que se hacía acompañar, hembras poderosas como máquinas ninfales, estrellas de cine de argumentos idiotas que ellas filmaban sin protestar. Ese era su alimento de mucho tiempo, botellas de champaña, de güisqui en güisqui, de antro en antro, de pleito en pleito, fue el divertido escándalo lo mismo en París que en cualquier parte del mundo. El mismo tren de grosería y disipación, de amontonamiento de aventuras.
Su muerte no fue una sorpresa. Amaneció adormecido como su conciencia. Millones de todo el mundo le lloraron, para algunos hacía tiempo que se acabó el negocio del futbol que les dejó fabulosas ganancias.
Así es de cruel y estúpido el mundo, el negocio del futbol, del “deporte” que va dirigido a las masas, que masifica y embrutece a los que ponen en él su destino.
El héroe de las canchas murió en la soledad de sus enfermedades. Deprimido en la penumbra de su existencia, repetía una y otra vez alguno de los programas del Chavo del Ocho, por quien sentía una devoción, eso le alimentaba el alma y le brindaba descanso y paz.



sábado, 7 de noviembre de 2020

Contracolumna • QUÉ GANAMOS, QUÉ PERDEMOS • OBRADOR Y EL ESPEJO DE LA HISTORIA


JOSÉ MARTÍNEZ M.

No solo los estadounidenses, sino en todo el mundo, la gente festejó más la derrota de Donald Trump que el triunfo de Joe Biden. Un asunto de percepción. Trump, el malo y Biden, el bueno. Vaya.
Con Biden no nos puede ir mejor que con Trump.
Lo dijo John Foster Dulles, el secretario de Estado en el gobierno del presidente Dwight D. Eisenhower, durante la Guerra Fría: “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”.
Más claro ni el agua de horchata.
Solo en la mente del presidente Obrador, la imagen de Trump pudo ser vista como un “amigo” de México. El discurso de la sumisión así lo dejó ver cuando Obrador visitó a Trump en Washington, palabras que quedarán como una mancha en las relaciones históricas entre ambos países.
Obrador quien se jacta de ser un intérprete de la historia, ignora el peso que tienen los hechos históricos de las humillaciones de Estados Unidos a México.
Ahí está, por ejemplo, el momento significativo durante el gobierno del presidente James K. Polk quien ordenó la invasión a México en 1847, cuando soldados al mando del general Winfield Scott, colocaron la bandera de Estados Unidos en Palacio Nacional.
Al amanecer del 14 de septiembre de ese año, el teniente M Lovell recibió la orden del general Winfield Scott de colocar la bandera estadounidense y el capitán Roberts fue el encargado de hacerla ondear en las narices de los mexicanos en los tiempos de Antonio López de Santa Anna.
En ninguno de sus más delirantes discursos Obrador se ha puesto a reflexionar sobre los agravios de Estados Unidos a nuestro país. Frente a los improperios y la denostación constante de Trump contra los mexicanos Obrador se quedó callado. Ahora desempolva un viejo discurso de halagos a Joe Biden, como si el político del Partido Demócrata fuera la reencarnación del bien.
Seamos cínicos y no tengamos escrúpulos para elogiar a Biden. Gritemos como los súbditos de los imperios “¡El rey ha muerto, viva el rey!”
Con Estados Unidos hemos mantenido una relación más o menos estable en los últimos 100 años.
Con Trump la relación se trastocó con la necedad de reforzar y construir el muro fronterizo. Un chasquido de dedos de Trump puso a temblar al gobierno de Obrador cuando amenazó a México de castigarlo con mayores aranceles sino contenía la avalancha de inmigrantes centroamericanos. Desde entonces se selló la frontera sur de nuestro país. A cambio se acordó dotar de un miserable presupuesto a los países de la región bajo el supuesto de una ayuda para “financiar su desarrollo”.
El encono contra Trump se alimentó entre los inmigrantes de esos países y de buena parte de los mexicanos asentados en territorio estadounidense, lo mismo que se incubó un malestar social contra Obrador por su política entreguista con el gobierno de Trump.
Obrador que presume las remesas como una conquista económica de su gobierno y no como un sacrificio de los millones de mexicanos que sufren discriminación y constantes agravios a sus derechos laborales y humanos y los cuales son la reencarnación del gran fracaso de México como país.
Con Biden y los demócratas nos espera más de lo mismo.
A Obrador se le acabó la “luna de miel” con Trump. El plutócrata que se burlaba del tabasqueño al que llama “Juan Trump”.
Nada debemos esperar del próximo gobierno de los demócratas. Tal vez se puedan hacer algunos pequeños ajustes al Tratado comercial pero no una gran cosa. Biden empeñó su palabra con regularizar a millones de inmigrantes, lo mismo prometió Obama y resultó peor que Trump, quien al menos no se anduvo por las ramas y sabíamos a qué atenernos.
Trump, el fiel partidario de la Doctrina Monroe de “América para los americanos”, el líder populista en cuyo espejo se debe ver Obrador.
Es tiempo de consolidar las relaciones bilaterales y superar los viejos traumas de la historia.
Lo malo es que Obrador frente a Estados Unidos no tiene memoria. Lo peor fue que con Trump, Obrador antepuso sus intereses políticos personales a los intereses del país.
Históricamente Estados Unidos nos ha tratado con la punta del pie.
Vayamos a la narrativa de nuestras relaciones.
Con Trump no termina una Era, continúa por otros medios.
Apenas hace 100 años sufrimos la última invasión norteamericana a nuestro territorio. Tuvo lugar en marzo de 1916 con la llamada Expedición Punitiva que se mantuvo durante un año cuando el general John Pershing jefaturó al ejército yanqui en busca de Francisco Villa tras el ataque al poblado de Columbus, Nuevo México.
La lección que debe aprender el presidente Obrador es muy sencilla.
Los mexicanos cada vez que nos dividimos hemos sufrido invasiones y despojos de nuestro territorio. Pero Obrador, ignorante de nuestra historia, no se ha cansado de dividir a los mexicanos.
La discordia patológica de Obrador genera inestabilidad política y amenaza a nuestra soberanía. Su permanente discurso belicoso nos conduce al pasado. A los tiempos de los liberales y conservadores (1821-1876) cuando el país padeció sangrientas luchas fratricidas. Como consecuencia el país sufrió invasiones y el país fue mutilado cuatro veces.
Al momento de nuestra Independencia el territorio del país se extendía hasta Centroamérica. La región permaneció unida solo un decenio hasta que en 1824 se balcanizó en cinco países: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
En 1836 sufrimos la separación de Texas.
En 1848, después de dos años de batallas, Estados Unidos nos arrebató California, Nevada, Utah, Colorado, Arizona, Nuevo México y una parte de Oklahoma.
La última mutilación de nuestro territorio se dio en 1853 con la venta de La Mesilla a Estados Unidos. Ese territorio comprendía una parte de Chihuahua y Sonora y abarcaba poco más de 100 mil kilómetros cuadrados, equivalente a la extensión sumada de los estados de Veracruz, Tabasco y Morelos.
Lo peor que nos puede suceder ahora con Obrador y su discurso belicoso de dividir al país, es que los gobiernos de la Alianza Federalista –que demandan un nuevo trato fiscal– terminen por declarar su separación del país.
Obrador se debe ver en el espejo de la historia pero actúa a contracorriente.
Lo más seguro es que termine denostado y humillado como Trump, que al igual que el tabasqueño llegó al poder ofreciendo falsas expectativas con su discurso ramplón de “Que América vuelva a ser grande”.
Lo mismo prometió Obrador, de convertir a México en una potencia mundial, pero el país cada día es más pobre y dividido.
Hoy la derrota de Trump es la derrota de Obrador.
En ese espejo se debe ver el tabasqueño.
Para un político no hay nada más amargo que la derrota. En cambio, el triunfo alimenta el ego. Para los políticos el poder es una sustancia misteriosa que los transforma. Cuando sienten que alguien les regatea ese poder se vuelven paranoicos e impredecibles. Cuando un político es investido de poder su primer reclamo es el reconocimiento.
Una amarga experiencia para Trump y una advertencia para Obrador.
Sabias las palabras de John F. Kennedy quien acuño la célebre frase: “La victoria tiene mil padres. La derrota es huérfana”. Cierto.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Contracolumna • LA CANDIDATA DE LA CORRUPCIÓN • LORENA CUÉLLAR - MORENA - TLAXCALA



JOSÉ MARTÍNEZ M.
Lorena Cuéllar Cisneros ha sabido seguir los consejos del expresidente López Mateos quien solía decir: “Quien no tenga un amigo libanes, que lo busque”.
En efecto, Lorena Cuéllar es una de las aspirantes al gobierno de Tlaxcala como candidata de Morena y desde algunos años ha mantenido una relación “especial” –por decirlo de una manera amable– con la familia de los Gali. Sí, nos referimos a la dinastía poblana de los Gali, de la que José Antonio Gali Fayad fue gobernador por un breve periodo, menos de dos años, pero suficientes para consolidar su fortuna.
Por las manos de Lorena Cuéllar –como súper delegada del gobierno federal en Tlaxcala– pasaron miles de millones de pesos. Ella se jacta de haber “administrado” cerca de 9 mil millones de pesos para “beneficio” decenas de miles de familias.
Sin transparencia –al estilo del gobierno de Obrador– ese dinero lo utilizó para su promoción política, y de paso desviar cuentas millonarias en obras sin terminar y a costos elevados. Desde luego, con ese dinero hizo su “cochinito” para promocionarse y utilizarlo en su campaña, si es que resulta la agraciada.
La fortuna desmedida de Lorena Cuéllar tiene mucho que ver con algunos negocios manejados por el clan de los Gali, una familia de origen libanés que es conocida en Puebla por su empresa Grupo Ambar que maneja una red de antros, bares y restaurantes de lujo en San Andrés Cholula y la capital poblana.
Lorena Cuéllar, lo hemos señalado en este mismo espacio de la Contracolumna, tiene una forma muy particular de ver la política. Para ella los cargos de representación popular son negocios.
“Un político pobre es un pobre político”, solía decir el profesor Carlos Hank González y Lorena Cuéllar así lo entiende. Su ambición la ha llevado a saltar de partido en partido siempre en busca de su “superación personal”.
Y la mejor manera que encontró para sacar provecho a los negocios de la política, fue aliarse con los Gali. Si ella resulta la candidata de Morena no habrá que preocuparse por dinero, así que si Dulce Silva –la esposa de César Yáñez, el ex vocero de Obrador por muchos años y ahora colaborador cercano del tabasqueño– dice contar con 70 millones de pesos para su pretendida campaña, Lorena Cuéllar dispone de mucho más.
Frente a Dulce Silva, sin duda alguna Lorena tiene un palmarés político envidiable. A su lado, Dulce es una bisoña, en cambio Lorena es un costal de mañas y sabe endulzar el oído de Obrador. Lo malo para Lorena es que los partidarios de Obrador no confían en ella por sus malos manejos.
La mayor parte de su trayectoria política la hizo en el PRI, desde abajo como una modesta burócrata hasta llegar a un drama familiar en 2012 cuando tuvo que competir con su tío el exgobernador Joaquín Cisneros Fernández por un escaño en el Senado. Entonces rompió con el PRI, el partido de sus amores, y se pasó de la noche a la mañana al Movimiento Progresista acaudillado por Obrador.
Lorena es pragmática y si mañana no resulta la candidata a la gubernatura por Morena es capaz de aliarse con el diablo, no le importa que tenga que pasar sobre los cadáveres de Dulce Silva y otros aguerridos morenistas que tienen las mismas ambiciones de poder, al costo que sea.
Esa es la identificación que Lorena Cuéllar tiene con los Gali. Asumir la política como negocio.
Cuando José Antonio Gali Fayad fue alcalde de la capital poblana y luego gobernador de esa entidad lo hizo bajo los colores del PAN, ahora pretende que su hijo José Antonio Gali López se forme bajo la sombra de la “izquierda” para ocupar en el “futuro” la gubernatura de Puebla.
Si los adversarios de Lorena Cuéllar soltaron el “borrego” de que estaba bajo la lupa de la Unidad de Investigaciones Financieras, no estaría mal que la señora Cuéllar se le investigara sobre los malos manejos de los dineros para los programas en el estado por la Secretaría de Bienestar.
Según Lorena Cuéllar con los casi 9 mil millones de pesos que administró como delegada de Bienestar se “beneficiaron” 324 mil personas, entre estudiantes, personas de la tercera edad y gente con discapacidad. Pero las cuentas no han sido claras. El manejo de esos recursos se hizo de manera discrecional.
Es así que en su ambición por el poder, Cuéllar dejó la delegación federal en manos de un subordinado que responde a nombre de Carlos Luna Vázquez, a quien utiliza como su tapadera.
Por otro lado, son múltiples las denuncias sobre el enriquecimiento desmedido de su yerno, Fernando Lucio Celis quien en más de tres años tuvo a cargo la mayor parte de la obra pública en el municipio de Amaxac, con recursos gestionados por Lorena Cuéllar.
Todo mundo sabe en Tlaxcala que a Lucio Celis le gusta fanfarronear la vida de lujos que lleva sin el menor rubor, asumiéndose intocable.
Pero a Lorena Cuéllar le da urticaria cuando la prensa la llama a rendir cuentas por sus escándalos políticos y la rocambolesca vida de ella y de su yerno.