JOSÉ MARTÍNEZ M.
Ser “político” en México es sinónimo de bribón. Es el oficio más desprestigiado. Sí alguien tiene una duda, pregúntenle a Félix Salgado Macedonio. Sin rubor, seguramente le contestará que él tiene “otros datos”. Es el sello de la casa.
Y peor aún, con la irrupción de Morena en el escenario, la política adquirió un tufo irrespirable. El hedor que emana de ese partido es tan desagradable que mucha gente siente náuseas nada más advierte la presencia de un militante o líder de ese partido.
El ambiente político es insoportable por la fetidez de la mezcla de apellidos indignos como los Monreal, los Bartlett, los Noroña, los Bejarano, los Padierna, los Macedonio, los Sansores, los Polevnsky, los Taibo, los Barbosa, los Gatell, los Ackerman, los López y muchos más que se suman a las alcantarillas y cañerías de Morena como los Sánchez Anaya y los Cuéllar Cisneros.
La repugnancia de la gente es un mecanismo de defensa natural ante la hediondez que destila ese batidillo de personajes. Detrás de cada uno de ellos –y muchos más que hacen una lista interminable– hay una historia de corrupción.
No hay duda, Morena es el drenaje de la política.
Hace unos días el titular de la Unidad de Administración y Finanzas de la Secretaría de Gobernación, Alfonso Sánchez Anaya fue pillado agandallándose las vacunas contra el Covid para él y toda su familia.
Fue un regalo de cumpleaños de Lorena Cuéllar Cisneros, la virtual candidata de Morena quien le pidió el favor a su amigo Carlos Luna Vázquez, delegado de Bienestar en Tlaxcala.
El pasado 23 de enero Luna Vázquez llamó a Sánchez Anaya para felicitarlo por su cumpleaños número 80. Con ese motivo el delegado le dijo al funcionario de Gobernación que le tenía de parte de Lorena Cuéllar una “sorpresa”: “vacunas contra el Covid para él, los cuates y toda la familia”.
En tono lisonjero Luna Vázquez le pidió a Sánchez Anaya que acudiera al municipio de Santa Ana Nopalucan donde le darían “trato vip”. A Sánchez Anaya solo le faltó vacunar al perico porque acudió con un séquito de tlaxcaltecas y fuereños, algunos de ellos empleados de la Secretaría de Gobernación.
Ahora los adultos mayores de ese lugar tendrán que esperar no saben cuánto para que les envíen otra dotación de vacunas, si es que tienen suerte.
Sánchez Anaya quien vive en la ciudad de México desde hace más de 15 años se acordó de su terruño solo para quitarles un puñado de vacunas a sus paisanos. Él forma parte de un añejo cacicazgo en Apizaco pero se fue del estado luego de su paso por la gubernatura a la que llegó cobijado por el Partido de la Revolución Democrática, organización a la que abandonó en cuanto dejó de ser útil a sus intereses personales. Ahora es de Morena. Pero antes fue del PRI durante 40 años de su vida.
A los incautos Sánchez Anaya los marea con el garlito de que es un “hombre de izquierda”. El engaño consiste en señalar que viene de una familia con pedigrí de izquierda. Su tío Emilio Sánchez Piedras –quien fue gobernador de Tlaxcala en el sexenio de Echeverría y que comenzó a acumular una cuantiosa fortuna como funcionario policiaco en la capital del país en la década de los cuarentas– se fue con la finta de un discurso del presidente Adolfo López Mateos que le costó su salida del gobierno por largos años.
López Mateos había dicho que México era un país de izquierda “dentro de la Constitución”. Y Emilio Sánchez Piedras quien esa época era el líder de la Cámara de Diputados pronunció un discurso en apoyo a la Revolución cubana.
El presidente Mateos lo castigó y su sucesor Gustavo Díaz Ordaz le refrendó el castigo y ya en la parte final de su gobierno el presidente Echeverría lo perdonó y lo recompensó como gobernador de Tlaxcala.
Lo malo es que Sánchez Piedras pensó que le habían regalado el estado. Se apropió de él como un verdadero cacique y murió meses después de su azarosa gestión.
Como su tío Emilio, Alfonso Sánchez Anaya también fue gobernador de Tlaxcala en el sexenio de Fox.
Sánchez Anaya se fue del PRI en 1998 –diez años después del surgimiento del PRD–. Fue salinista de hueso colorado pero Zedillo no le tuvo confianza y de plano le dijo que mejor se dedicara a su profesión de veterinario para atender a puercos, gallinas y perros.
Ahora Sánchez Anaya es un “Amlover” que trae puesta la camiseta y la cachucha de Morena, como los viejos priistas a los que se les decía en tono socarrón como los “chaquetas y chaquetas”.
Con Vicente Fox, Anaya hizo migas y con Marta Sahagún actuaba peor que un lacayo. Tan servil fue que desvió más de 30 millones de pesos del presupuesto del gobierno destinados a combatir la pobreza, dinero que se utilizó para financiar los gastos de operación y publicidad de las eliminatorias del certamen de la Miss México que se trasmitió en vivo desde Tlaxcala, sede del evento organizado por Televisa. Sánchez Anaya actuó complaciente, en tanto suspendía la ayuda social a miles de familias pobres.
Ahora con Morena, Sánchez Anaya ha vuelto hacer lo mismo: ¡Que se jodan los pobres! mientras él y los suyos se agandallan las vacunas.
Este es el manejo perverso de la política de Morena en Tlaxcala y su abanderada Lorena Cuéllar con sus aliados impresentables.
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