JOSÉ MARTÍNEZ M.
Puebla se encuentra a la vanguardia de la educación superior en nuestro
país. Sus universidades públicas y privadas gozan de insuperable
prestigio. Jóvenes de todo el país acuden a los campus de las
universidades en esa entidad. El caso de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla es singular. Muchos de los frutos que se cosechan
ahora se sembraron hace casi cinco décadas. Sin duda, uno de los
pioneros en la tarea académica y científica de la BUAP fue Luis Rivera
Terrazas. El actual rector José Alfonso Ortiz Esparza ha continuado su
tarea por ese sendero, aunque en su caso sufre el acoso del gobernador
Miguel Barbosa quien pretende apoderarse de la universidad para colocar
ahí a uno de sus incondicionales, toda vez que el próximo año habrá
elecciones para elegir el futuro rector de la BUAP, una vez que concluya
la gestión de Esparza Ortiz.
Antes de él, la Universidad atravesó por varios periodos donde algunos rectores asumieron la institución como un auténtico botín político. El caso más grave fue el de su antecesor Enrique Agüera Ibáñez, quien debería estar, desde hace mucho tiempo en prisión por todos los atropellos que cometió a su paso por la BUAP, incluido el asesinato del exrector Samuel Malpica, donde Agüera es sospechoso de ser el autor intelectual. El crimen hasta ahora sigue impune. El caso no ha prescrito por lo que se debe reabrir el expediente y seguir las huellas de Agüera que lo incriminan en ese caso criminal. El atentado tuvo lugar una noche (3 de julio de 2013) cuando Agüera ordenó asestarle una golpiza a Malpica, pero a los sicarios se les pasó la mano y en lugar de golpes le dieron dos balazos al exrector privándolo de su existencia. Los hechos ocurrieron la víspera de las elecciones en la que Agüera pretendía imponerse como alcalde la capital poblana bajo el amparo del PRI.
De muy joven Agüera se trasladó de su natal Poza Rica a la ciudad de Puebla para estudiar en la BUAP donde emprendió su quehacer como un modesto profesor. Pero ¡Bingo! su amigo el rector y tocayo Enrique Doger le heredó el cargo y Agüera lo asumió como un regalo. Como un banco. Se hizo inmensamente rico.
Recuerdo los excesos del rector Agüera quien habitualmente se trasladaba en un helicóptero Bell 407 de color Rosso Corsa (Rojo Ferrari) y sus exquisitos trajes Brioni de casi cuatro mil dólares –los más caros del mundo– y uno que otro Hugo Boss. Entonces Agüera lucía como un maniquí –era algo así como la otra cara de la moneda de La Maestra, por los gustos exóticos de Elba Esther Gordillo, la clienta asidua de la lujosa tienda Neyman Marcus–.
Como rector Enrique Agüera y su familia eran clientes predilectos de las tiendas departamentales más exclusivas de Estados Unidos: Berneys New York, Saks Fifth Avenue, Nordstrom, Lord and Taylor y Bloomingdale’s.
Eso no era nada en comparación cuando Agüera y compañía se hospedaban en hoteles de lujos donde salían a bordo de limosinas para ir de compras a las tiendas más exclusivas y caras del mundo en Rodeo Drive en Beverly Hills, (Bally, BCBG Max Azria, Burberry, Bulgari, Cartier, Celine, Chanel y Coach, por citar algunas). Después de gastar decenas de miles dólares se trasladaban directo al aeropuerto para viajar en su jet privado rumbo a la capital poblana retacados de regalos.
Medios de comunicación lo pillaron una y otra vez en sus trapacerías. Llegó incluso el momento en que nadie lo reconoció. Se cambió el rostro. Médicos de Houston le realizaron una costosa cirugía estética para “embellecerlo”.
Cierto, Agüera se transformó. Pasó de ser un modesto profesor universitario a un magnate. Casas, ranchos, hoteles, caballos de raza y negocios lo mismo en Puebla que en Veracruz y Quintana Roo.
El gobernador Miguel Barbosa tiene el ojo puesto en la BUAP. Desde que llegó al poder le declaró la guerra al rector Esparza Ortiz. Su objetivo es poner ahí a uno de sus incondicionales de Morena.
Barbosa es un clon de Agüera, desde la llamada “izquierda” en el PRD y ahora Morena ha amasado una incalculable fortuna. La prensa local exhibió el dispendió de sus viajes por el mundo y algunas de sus lujosas propiedades. Una de ellas la mansión de Coyoacán en la Ciudad de México propiedad del expresidente Miguel de la Madrid, el precursor de los gobiernos neoliberales del viejo PRI.
El rector Esparza Ortiz presentó este domingo el tercer informe de su segundo periodo al frente de la BUAP, al final de su mensaje dirigió unas palabras a quienes atentan apoderarse de la Universidad.
La BUAP goza de un invaluable prestigio académico y de investigación. Es una de las cinco mejores universidades del país. Apenas en julio el Latin America University Rankings 2020, de Times Higher Education la posicionó entre las principales instituciones de educación superior en Latinoamérica y el Caribe al ser una de las mejor evaluadas en investigación, enseñanza y patentes.
Parte de ello se debe a que desde su llegada a la rectoría, el doctor Esparza alejó a la universidad de la grilla barata, trazó un plan al que ha mantenido en constante revisión, entendiendo que la educación es importante tanto como inversión en capital humano como para facilitar la investigación, desarrollo y difusión de tecnologías.
Así de simple, rompiendo las viejas prácticas de la corrupción en que se vio atrapada la Universidad durante varios periodos. El caso de Agüera es una mera muestra.
Antes de él, la Universidad atravesó por varios periodos donde algunos rectores asumieron la institución como un auténtico botín político. El caso más grave fue el de su antecesor Enrique Agüera Ibáñez, quien debería estar, desde hace mucho tiempo en prisión por todos los atropellos que cometió a su paso por la BUAP, incluido el asesinato del exrector Samuel Malpica, donde Agüera es sospechoso de ser el autor intelectual. El crimen hasta ahora sigue impune. El caso no ha prescrito por lo que se debe reabrir el expediente y seguir las huellas de Agüera que lo incriminan en ese caso criminal. El atentado tuvo lugar una noche (3 de julio de 2013) cuando Agüera ordenó asestarle una golpiza a Malpica, pero a los sicarios se les pasó la mano y en lugar de golpes le dieron dos balazos al exrector privándolo de su existencia. Los hechos ocurrieron la víspera de las elecciones en la que Agüera pretendía imponerse como alcalde la capital poblana bajo el amparo del PRI.
De muy joven Agüera se trasladó de su natal Poza Rica a la ciudad de Puebla para estudiar en la BUAP donde emprendió su quehacer como un modesto profesor. Pero ¡Bingo! su amigo el rector y tocayo Enrique Doger le heredó el cargo y Agüera lo asumió como un regalo. Como un banco. Se hizo inmensamente rico.
Recuerdo los excesos del rector Agüera quien habitualmente se trasladaba en un helicóptero Bell 407 de color Rosso Corsa (Rojo Ferrari) y sus exquisitos trajes Brioni de casi cuatro mil dólares –los más caros del mundo– y uno que otro Hugo Boss. Entonces Agüera lucía como un maniquí –era algo así como la otra cara de la moneda de La Maestra, por los gustos exóticos de Elba Esther Gordillo, la clienta asidua de la lujosa tienda Neyman Marcus–.
Como rector Enrique Agüera y su familia eran clientes predilectos de las tiendas departamentales más exclusivas de Estados Unidos: Berneys New York, Saks Fifth Avenue, Nordstrom, Lord and Taylor y Bloomingdale’s.
Eso no era nada en comparación cuando Agüera y compañía se hospedaban en hoteles de lujos donde salían a bordo de limosinas para ir de compras a las tiendas más exclusivas y caras del mundo en Rodeo Drive en Beverly Hills, (Bally, BCBG Max Azria, Burberry, Bulgari, Cartier, Celine, Chanel y Coach, por citar algunas). Después de gastar decenas de miles dólares se trasladaban directo al aeropuerto para viajar en su jet privado rumbo a la capital poblana retacados de regalos.
Medios de comunicación lo pillaron una y otra vez en sus trapacerías. Llegó incluso el momento en que nadie lo reconoció. Se cambió el rostro. Médicos de Houston le realizaron una costosa cirugía estética para “embellecerlo”.
Cierto, Agüera se transformó. Pasó de ser un modesto profesor universitario a un magnate. Casas, ranchos, hoteles, caballos de raza y negocios lo mismo en Puebla que en Veracruz y Quintana Roo.
El gobernador Miguel Barbosa tiene el ojo puesto en la BUAP. Desde que llegó al poder le declaró la guerra al rector Esparza Ortiz. Su objetivo es poner ahí a uno de sus incondicionales de Morena.
Barbosa es un clon de Agüera, desde la llamada “izquierda” en el PRD y ahora Morena ha amasado una incalculable fortuna. La prensa local exhibió el dispendió de sus viajes por el mundo y algunas de sus lujosas propiedades. Una de ellas la mansión de Coyoacán en la Ciudad de México propiedad del expresidente Miguel de la Madrid, el precursor de los gobiernos neoliberales del viejo PRI.
El rector Esparza Ortiz presentó este domingo el tercer informe de su segundo periodo al frente de la BUAP, al final de su mensaje dirigió unas palabras a quienes atentan apoderarse de la Universidad.
La BUAP goza de un invaluable prestigio académico y de investigación. Es una de las cinco mejores universidades del país. Apenas en julio el Latin America University Rankings 2020, de Times Higher Education la posicionó entre las principales instituciones de educación superior en Latinoamérica y el Caribe al ser una de las mejor evaluadas en investigación, enseñanza y patentes.
Parte de ello se debe a que desde su llegada a la rectoría, el doctor Esparza alejó a la universidad de la grilla barata, trazó un plan al que ha mantenido en constante revisión, entendiendo que la educación es importante tanto como inversión en capital humano como para facilitar la investigación, desarrollo y difusión de tecnologías.
Así de simple, rompiendo las viejas prácticas de la corrupción en que se vio atrapada la Universidad durante varios periodos. El caso de Agüera es una mera muestra.
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