Carlos Ramírez
En las últimas horas se desató una guerra
burocrática por el control de la línea estratégica de la política exterior y de
seguridad nacional mexicana hacia los EE. UU. en la coyuntura de los intereses
de geopolíticos de la Casa Blanca ante las elecciones del 3 de noviembre.
Además de reacomodos de grupos de poder en el gobierno
mexicano, el trasfondo real es la visión nacionalista del presidente
López Obrador que desarrolla el canciller Marcelo Ebrard y los intereses de Washington
y la comunidad de servicios de inteligencia de la Casa Blanca que parecen estar
detrás de la embajadora de México en Washington, Martha Bárcena.
El campo de acción ha sido el caso Cienfuegos. Ebrard se
movió con excesivo cuidado y en función de los estilos pausados del
presidente de la república, en tanto que la embajadora ha dado por supuestos
los cargos y ha pedido un aumento en la “colaboración” mexicana
en materia de seguridad que hasta ahora no sólo ha beneficiado a Washington,
sino que le ha dado carta blanca para desarrollar operativos de espionaje
en México. En el caso Cienfuegos ha sido evidente: las agencias de inteligencia
de los EE. UU. espiaron a mexicanos dentro de México.
En este sentido, el caso Cienfuegos ha llevado al debate justo el
tema de la colaboración, que para funcionarios como Bárcena
quieren ser colaboracionismo en función de los intereses los EE.
UU. y sin respetar la soberanía mexicana y los intereses nacionales de
instituciones como las fuerzas armadas. Para las agencias estadunidenses,
“cooperación” quiere decir subordinación, en tanto que el presidente
López Obrador y algunos mandos militares plantean la exigencia de que México
desarrolle sus propias estrategias y políticas.
El punto clave radica en lo que Kissinger, en los sesenta, señaló
como la definición de las políticas exteriores: los “intereses
nacionales”. Y resulta que los intereses nacionales de los EE. UU. no
son los mismos que los intereses nacionales de México. El caso Cienfuegos debe entenderse
como una forma de presión de los EE. UU. para obligar a México a regresar
a la guerra criminal contra el narcotráfico que sembró al país de muertos, en
tanto que el presidente López Obrador está comprometido con el modelo de
construcción de la paz que implica enfoques contrarios a los
estadunidenses.
El asunto Cienfuegos ha puesto al descubierto los dos
enfoques contradictorios en materia de seguridad nacional y soberanía mexicana
frente a la seguridad nacional y la soberanía extendida imperial
de la Casa Blanca. El enfoque de la embajadora Bárcena no pone en
entredicho los intereses perversos de la estrategia de seguridad estadunidense
y justifica las acciones de espionaje, operativos de la DEA dentro de
México que violan los acuerdos y la soberanía mexicana y aconseja atender
las preocupaciones estadunidenses.
Ebrard, en cambio, se ha ajustado al enfoque nacional del
presidente López Obrador y su estilo a veces incomprendido de trato con el
presidente Trump para eludir confrontaciones inútiles con el imperio. Ebrard
operó por instrucciones presidenciales la visita de López Obrador a Trump en
Washington y la embajadora Bárcena se dedicó a bombardearla.
El cargo de secretario de Relaciones Exteriores ha pasado,
en los tiempos del PRI y el PAN, por la embajada de México en Washington porque
ahí se asumen las presiones e intereses estadunidenses. Ebrard viene del
equipo central de López Obrador desde el 2000, fue sucesor
designado en la jefatura de gobierno del DF y tiene asignadas tareas adicionales
a las relaciones exteriores por el grado de confianza presidencial, además de
mantener aceitadas relaciones con los grupos de Trump y del demócrata
Joe Biden.
Por esas razones se da la disputa por la cancillería
mexicana.
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TV Indicador. Domingo 23 a las 10.30
de la mañana habrá mesa de “Comunicación y Política” de Samuel Schmidt y Carlos
Ramírez con el politólogo Víctor Alarcón sobre el tema de la crisis en el
sistema de partidos, vía zoom. Inscripciones con Ana Karina Sánchez en anakarinasl@hotmail.com y en WhatsApp
55-1058-6460.
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Política para dummies:
La política es el juego palaciego de intereses.
@carlosramirezh
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