JOSÉ MARTÍNEZ M.
Hijo de padres sirio-libaneses, lector empedernido y promotor de la
cultura, Mauricio Achar Hamui fue un tipazo. Un garbanzo de a libro.
Cuando era niño quería ser actor y estudió teatro. Se dedicaba al
negocio de las pinturas, pero un día se hartó, vendió sus acciones y
–hace ya cosa de casi medio siglo– fundó una pequeña librería en la
emblemática avenida de Miguel Ángel de Quevedo, el apóstol del árbol,
fundador de los viveros de Coyoacán. Don Mauricio fue un personaje
dichoso, sembró muchos amigos, la mayoría escritores. Tuve la fortuna de
ser uno de ellos. No había escritor que entrara a la librería Gandhi
que no recibiera cosas de la generosidad de ese hombre. Para un lector, y
aún peor para un escritor, no hay una cosa más frustrante que entrar a
esas bibliotecas y ver ese mar de libros y salir con las manos vacías
por falta de dinero. Muchos autores –algunos de ellos de renombre– lo
visitaban para tomar un buen café y charlar. A sus amigos,
invariablemente, nos recibía en su reducido despacho. Fiaba libros a
quienes carecían de recursos. Cuántos documentos habrá por ahí, que
ahora serían invaluables, para saber las penurias de muchos creadores
que acudían a refugiarse en su sombra generosa.
Alguna ocasión le
platique de un personaje que conocí en Paraguay con una historia muy
parecida a la suya. Un joven voceador con un talento excepcional que
fundó la librería más importante de su país, El Lector. Ese personaje se
llama Pablo Burián a quien conocí por mi amigo y colega Benjamín
Fernández Bogado. Todo comenzó en un kiosko en Asunción, la capital
paraguaya, justamente el mismo año en que nacía la librería Gandhi.
¡Vaya coincidencia! El Lector –desde hace muchos años– es la principal
librería de Paraguay. Tan importante como las Gandhi en México.
Punto de encuentro, el próximo año, la librería Gandhi cumplirá 50 años y
a eso obedece el cierre temporal de su emblemática sucursal donde se
establecerán las oficinas corporativas de la empresa que abarca casi
medio centenar de librerías a lo largo y ancho del país.
Conocí a Mauricio como a José Achar en la famosa librería El Parnaso en el centro de Coyoacán.
En el año 2000 cuando se cumplieron los primeros 30 años de la Gandhi,
Don Mauricio nos invitó a un grupo importante de escritores a participar
en un ciclo de conferencias para que charláramos durante los fines de
semana, a lo largo de cuatro meses, con el personal de las librerías
sobre los entresijos del mundo editorial. (Adjunto en los comentarios de
este texto una foto del reconocimiento de aquel magnífico evento).
Una tarde de tantas el ingeniero Carlos Slim Helú visitó a don Mauricio
en la librería. Tomaron café, charlaron y tras la despedida comenzaron
los rumores. Que Slim quería comprar las librerías Gandhi y quién sabe
qué tantas cosas. Falso.
Mucho antes de hacerse de Sanborn’s, Slim
era un asiduo de las librerías de viejo. Slim, tiene una de las mejores
bibliotecas de México en el Centro de Estudios Carso. Por ejemplo,
Ubaldo López Barrientos quien vendía libros en La Lagunilla fue el
intermediario para que Slim adquiriera la biblioteca de Gonzalo Obregón,
un importante restaurador y valuador de obras de arte. La biblioteca de
Obregón era famosa por el valor de las piezas que contenía. Carlos
Monsiváis, Guillermo Tovar y de Teresa y Andrés Henestrosa junto con
Carlos Slim eran amigo de don Mauricio Achar con quien compartían sus
hallazgos en las librerías de viejo.
Ricardo Garibay y Mauricio
Achar fueron grandes amigos como los fueron Gabriel García Márquez y
Juan Rulfo. Garibay era de los privilegiados de la amistad de Achar
quien siempre le fiaba libros al escritor hidalguense.
Era un hombre bonachón con espíritu de niño.
Siempre de espléndido humor don Mauricio contaba chistes y hacía bromas a sus amigos.
–Un judío se encuentra con Jesús de Nazaret.
–¡Ah! –exclama–, qué bueno que te veo. Tengo una pregunta que me inquieta desde hace tiempo-
–Dímela –dice Jesús–. No hay secretos en mi corazón.
–Bueno… –dice el judío–, porque nadie ha dicho nada, la carpintería qué ¿la traspasaron? ¿la vendieron? ¿la dejaron encargada?
Hombre sencillo, un ser excepcional, amigo de todos, Mauricio Achar fue visionario. A la edad de 35 años echó andar su primera librería en junio de 1971 en la que se mantuvo al frente durante 33 años. Cuando inició su aventura, el solo soñaba con tener una pequeña librería que le diera de comer y trabajar, pero alcanzó el éxito muy pronto, sin pensar siquiera en el dinero, aunque al principio no entraba nadie. Fue un vanguardista en el negocio de los libros. Incorporó una cafetería, la venta de películas y discos y un espacio para presentar libros, una galería y un foro para una diversidad de eventos. Lamentablemente falleció en 2004 a los 68 años, sus hijos se han encargado de continuar con su obra, siempre a lado de Ricardo Nudelman, el gerente y vicepresidente de toda la vida del grupo Gandhi.
Hay muchas anécdotas en la historia de la librería. En junio próximo ya habrá tiempo de brindar por los 50 años de la Gandhi, con tequila como le gustaba a don Mauricio hacerlo en El Tenampa.
Las almas generosas se van a tiempo de este mundo por la vía divina y creadora; mientras aquí las emputecidas fastidian a gente de buen corazón justificando ante ellas sus bajezas y vanagloriándose por ser las lacras que son entre sus familias.
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