sábado, 2 de mayo de 2020
Urgen Pactos de las Moncloa para México-Covid, pero nadie quiere
indicadorpolitico.mx
carlosramirezh@hotmail.com
@carlosramirezh
A raíz del efecto recesivo por el parón productivo antivirus en España, el gobierno lanzó la iniciativa de unos segundos Pactos de la Moncloa entre todas las fuerzas actuantes. Pero esos acuerdos de 1977-1978 buscaron definir un nuevo modelo de desarrollo posfranquista, y lo que España necesita es negociar sobre todo con los empresarios una reactivación de la economía a partir del inicio del segundo semestre.
Sin embargo, el modelo de los Pactos de la Moncloa sí se ajusta a las condiciones de crisis del modelo de desarrollo mexicano y la necesidad de uno nuevo para sacar a México de la mediocridad del crecimiento de PIB promedio anual de 2% de 1983 a 2020. Pero en lugar de sentarse a diseñar ese nuevo modelo de desarrollo y el rediseño de la planta productiva, gobierno y empresarios entraron en una disputa por la dirección económica del Estado.
La muerte de Franco en noviembre de 1975 llevó a un proceso de transición a la democracia que, en la realidad, tuvo su esencia no en la libertad de voto, sino en una nueva correlación de fuerzas productivas que reencauzó las relaciones sociales y los enfoques del poder. El responsable del proceso fue el presidente Adolfo Suárez, salido del fondo del franquismo, pero con un enfoque moderno, democrático y europeísta.
México está sumido en una crisis de desarrollo, pero su viejo modelo le impide crecer a tasas mayores a 2%. La reforma del modelo de desarrollo y la necesidad de una reconversión de la planta productiva es una necesidad para que México ingrese en las ligas mayores de la producción de alta calidad. El Tratado comercial de 1993 fue la oportunidad, pero se aplicó sin reformas productivas. El fracaso del Tratado se ve no sólo en el PIB promedio anual de 2% en los últimos veinticinco años, sino en el desplome de México de su competitividad y la pérdida de 20% en la participación de productos mexicanos en las exportaciones tecelianas. México multiplicó por 10 veces su comercio exterior, pero siguió con el mismo grado de subdesarrollo.
Gobierno, empresarios y trabajadores debieran sentarse a reformar el sistema productivo, así como lo hizo Suárez en 1977 para cambiar las reglas de la producción y der la distribución de la riqueza y lograr colocar a España como una de las potencias productivas europeas más importantes. En México, con todo y TCL, seguimos siendo el hermano pobre del Tratado: 80% de los mexicanos viven con una a cinco carencias sociales y el 57% de la población económicamente activa vive en la informalidad y con salarios menores a su nivel de vida.
El sistema económico y productivo de México en la actualidad y con el Tratado es el largo periodo de 1934 a 1982: capitalismo acotado por el Estado y restricciones a la inversión privada. La prioridad de ese modelo es el control político de los empresarios y un Estado regulados hasta grados inconmensurables de burocracia. Los gobiernos de 1934 hasta 2020 han preferido un desarrollo bajo con tal de no perder el control corporativo de las clases sociales.
El gobierno controla la oferta y la demanda, a los sectores productivos, los canales de distribución y cubre necesidades sociales con políticas asistencialistas. Mientras no existan una clase trabajadora y una clase burguesa libre para resolver los problemas de la producción entre sí, la capacidad productiva será baja y el desarrollo dependerá
de los subsidios gubernamentales a los consumidores. Los neoliberalismos y los populismos mexicanos han sido un obstáculo al desarrollo. Y el Estado prefiere controlar a las clases que dinamizar la producción de bienes y servicios. Y los renglones de capacitación, educación y tecnología permanecen bajo control estatal y no contribuyen a la producción.
México nunca ha tenido un sistema productivo diseñado por la dialéctica entre las clases productivas, por el Estado tiene bajo su control a los trabajadores y no les da libertad productiva a los empresarios. Los años del PIB de 6% promedio anual se debieron a una política industrial y de desarrollo operada para crecer y distribuir dentro del modelo capitalista de sustitución de importaciones. El populismo 1970-1982 privilegió el control político sobre los empresarios. Ahora la 4-T no hace más que restaurar ese viejo populismo y nada tiene en su agenda sobre el desarrollo y la producción.
México necesita unos Pactos de la Moncloa, pero la 4-T sólo quiere mantener el control de las clases productivas.
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