JOSÉ MARTÍNEZ M.
JOSÉ MARTÍNEZ M.
La relación
entre el hombre más rico de México y el Presidente más popular es una ficción.
Carlos Slim y Andrés Manuel López Obrador se odian.
“Yo lo
respeto y admiro”, ha dicho en un par de ocasiones Obrador. Pero como dice el
refrán: ‘a las palabras se las lleva el viento’.
En la
relación entre ambos, los hechos por el contrario hablan por sí solos.
No es
fortuito que Obrador haya puesto a Slim en el primer lugar de la lista de la Mafia del Poder como se constata en el
libro escrito por el tabasqueño bajo el título de La mafia que se adueñó de México y el 2012.
En 2010,
cuando Obrador publicó dicho libro fungía (es un decir) como el “Presidente
Legítimo”. Ese mismo año, la revista Forbes
le colocaba a Slim por primera vez la corona como el hombre más rico del mundo.
Slim era poseedor de una fortuna (53 mil 500 millones de dólares).
Veinte años
atrás (1990), el presidente Carlos Salinas de Gortari le había entregado a Slim
la Concesión de Teléfonos de México, con la que el magnate se enriqueció
vulgarmente. Ahí surgió la mítica relación del “Carlos and Charlie´s”.
Obrador
apoyó desde el principio al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en las denuncias que
éste presentó tanto en la PGR, la Suprema Corte y el Congreso de la Unión en
contra de Salinas y sus beneficiarios por lucrar ilícitamente con el patrimonio
nacional por lo que se exigía que el entonces presidente de México debía ser
sometido a juicio político por el delito de traición a la patria.
Si Obrador
odia a alguien en su vida, es a Salinas. De ahí, el menosprecio de Obrador por
Slim y el odio de éste hacia el tabasqueño.
Quienes
consideran que la relación actual entre Obrador y Slim está ‘a partir un piñón’
y que las críticas a su falsa “reconciliación” son simples ‘pelillos a la mar’,
están equivocados. En el fondo, ambos se odian y se repelen, pero se necesitan.
Slim hizo
todo lo posible por apoyar al PRI en las elecciones presidenciales de 2018, la
pregunta es ¿a cambió de qué?
La respuesta
es muy simple: Slim y Peña Nieto negociaron en lo ‘oscurito’. Peña ordenó que
se le renovara a Slim la Concesión de Telmex por otros 30 años, es decir se
amplió hasta el año 2056. En eso consistió el trato.
Justamente
se le renovó a Slim el título de la Concesión en 2016, aun cuando Salinas la
había autorizado hasta el año 2026.
Slim tenía
informes del llamado “malhumor social” provocado por tanta corrupción e
ineptitud en el gobierno de Peña y cómo Obrador estaba capitalizando el
descontento social. Slim se la jugó apoyando al candidato “externo” del PRI,
José Antonio Meade, pero ya tenía en la bolsa la renovación de la Concesión de
Telmex. Así que perdiera el PRI o ganara el candidato de Morena, Slim por
cualquier lado resultaría vencedor bajo el principio de ‘ganar perdiendo,
perder ganando’.
Aun antes
del triunfo de Obrador comenzó una lucha de poderes.
Una vez en el poder Obrador
y Slim comenzaron a jugar a las vencidas. El reto es demostrar quién tiene más
fuerzas. En este enfrentamiento el tabasqueño ha mostrado de qué están hechos
sus músculos.
Uno representa el
poder político, el otro el poder económico.
Los adversarios de
Obrador esperan su derrota y ver convertida en cenizas su proyecto bajo
señalamientos de que está hundiendo en la ruina a grandes empresas y a millones
de ciudadanos. Los seguidores de Slim son los que glorifican el dinero, los
dueños de los imponentes rascacielos que temen una crisis financiera sin
precedentes con Obrador a quien desde un principio los empresarios vieron un
ave de mal agüero.
En sus respectivos
ámbitos ambos personajes atraen los reflectores, a una muchedumbre de
periodistas y fotógrafos con las cámaras listas, cual paparazzis en espera del vencedor. Hasta ahora, Obrador va ganando
la partida.
Personalmente
Slim y Obrador se conocieron en el año 2000, cuando el escritor Héctor Aguilar
Camín los presentó. Obrador emprendía sus primeros pasos como Jefe de Gobierno
de la Ciudad de México.
A
partir de entonces llevaron una relación más o menos complicada. Pero en 2010,
Obrador en su libro La mafia que se
adueñó de México, se refería a Slim y a los principales empresarios del
país como unos pillos.
Para
Obrador los empresarios eran unos vándalos, unos saqueadores sin principios,
cuya única motivación es la codicia desmedida, que con tal de acumular riquezas
han conducido al pueblo de México al sufrimiento.
Si
en México hay inseguridad y el crimen organizado ha desatado la violencia, los
empresarios tienen la culpa por no invertir.
Si
el estado de la educación pública deja mucho que desear, es culpa de los
empresarios, que han propiciado esa situación para suprimir la movilidad
social.
Si
el campo padece falta de inversión es porque los empresarios prefieren que
México importe los alimentos que consume.
Todos
los males del país tienen su origen en los grandes empresarios.
Ellos
son los dueños de México. El presidente, su empleado.
Ellos
dominaban a los partidos, a los legisladores, a la Suprema Corte de Justicia, a
todas las instituciones, a la gran mayoría de los medios de comunicación.
Según
Obrador con su llegada al poder, todo eso se acabó. Los mexicanos son felices y
los empresarios se volvieron buenos y algunos de ellos ahora son parte de sus
“asesores económicos”. Entre ellos: Ricardo Salinas Pliego, Bernardo Gómez,
Olegario Vázquez Aldir, Carlos Hank González, Daniel Chávez, Miguel Rincón
Arredondo, Miguel Alemán Magnani y Sergio Gutiérrez Muguerza.
La
pugna Obrador – Slim se resume hasta ahora en tres puntos: el pleito por la
cancelación del aeropuerto de Texcoco, la construcción de los gasoductos y el
sistema de Internet.
En
los dos primeros (aeropuerto y los gasoductos) el gran perdedor fue Slim. Esas
historias ya las sabemos y hasta nos aburren.
En
cuanto al Internet ambos personajes
volvieron a chocar.
Inicialmente el gobierno de
Obrador ofreció al sector privado una red de 50 mil kilómetros de fibra óptica
de la CFE para brindar el servicio de Internet en todo el país.
Ninguna compañía participó en
la licitación.
Carlos Slim, quien es el mayor
proveedor de telecomunicaciones en el país no se quedó callado. En un tono
molesto respondió al comentario de Obrador.
“Se deben tener redes de
comunicación avanzada de última generación y de muy alta penetración
poblacional y territorial. Es fundamental y eso no necesariamente tiene que ser
con cablecitos y fibra óptica”.
Ante el desdén y la frialdad
del magnate de las telecomunicaciones, el presidente Obrador lanzó una
pregunta: “¿Saben cuánto territorio del país está comunicado por Internet? Sólo
20 por ciento”.
Obrador volvió a la carga
contra Slim.
“Como a las empresas no les
resulta rentable, no dan el servicio en los pueblos apartados”. Molestó Obrador
continuó con sus puyas.
“Háganse a un lado porque
ahora el gobierno va a tener a su empresa para comunicar con Internet a todos
los mexicanos”.
Obrador
tiene una carta fuerte bajo la manga y la puede usar cuando se le pegue su
regalada gana para atacar Slim en caso de que fuese necesario: la expropiación
del Título de Concesión de Telmex porque la compañía de Slim ha incumplido con
los acuerdos establecidos en dicho título de concesión al haberse negado a
participar en la ampliación del servicio de Internet para comunicar al restante
80 por ciento de la población que acrece de ese elemental servicio, que ahora
el Estado brindará a través de la CFE.
En
el año 2023 deberá hacerse una revisión al Título de la Concesión de Telmex y
López Obrador tendrá la oportunidad de seguir los mismos pasos de Salinas o
pasar a la historia como el Presidente que desafió a uno de los hombres más
ricos y poderosos del mundo que hizo su mega fortuna a partir de la explotación
comercial de Telmex.
Basta
un dato: en 1991, tan sólo en el primer año al frente de Telmex, Slim obtuvo
ganancias suficientes como para haber comprado los cinco principales bancos del
país. Las utilidades de Telmex en ese primer año fueron cercanas a los 8
billones de pesos.
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