Carlos Ramírez
http://indicadorpolitico.mx
@carlosramirezh
Si en Palacio
Nacional existe una estrategia
--criticada, pero existente-- para superar la pandemia del COVID-19, el gran
desafío será el regreso a la
normalidad. A la crisis del H1N1 le ayudó
la crisis financiera provocada por la quiebra de la financiera Lehman Brothers
de 2008 para distraer a la sociedad.
Las tres
grandes catástrofes naturales
anteriores --los terremotos de 1985, la pandemia del H1N1 en 2009 y los
terremotos del 19 de septiembre de 2017-- tuvieron impactos en el PIB: -3.8% en 1986 y -5-3% en 2009, pues los
terremotos de 2017 ocurrieron en una economía cuando menos sólida.
Los efectos económicos del COVID-19 están
siendo calculados hasta ahora con tasas de -2% a -7%, con la circunstancia
agravante del -0.1% de 2019. En el peor escenario de -7% para 2020, el PIB
necesitaría crecer en los cuatro
años restantes del sexenio en 8%
para mantener la meta presidencial de 4%
promedio anual sexenal; y si el PIB de 2020 llega a -4%, entonces los cuatro
años restantes tendría que crecer al 6%
promedio anual. En la realidad no
existe ninguna razón racional para esperar PIB de 6% u 8%
Lo malo de la crisis actual radica en tres
hechos que siguen impidiendo que la
economía pueda crecer más de 2.5%:
1.- No existe
un proyecto de crecimiento económico
como objetivo, pues la política económica ha privilegiado la política social de
asignación directa de subsidios con fondos quitados
a la producción.
2.- No existe
un pacto productivo con el sector
privado para regresar a la economía mixta que en el pasado fue uno de los motores del crecimiento económico de 6%
en el largo periodo 1934-1983.
3.- Y no existe
la propuesta de un nuevo modelo de
desarrollo con reformas estructurales productivas que permitan regresar a
crecimientos de PIB arriba de 4% sin
generar presiones inflacionarias y devaluatorias.
En este contexto
y con estas limitaciones, el regreso
de México a la normalidad anterior a
la pandemia de este año estará acotado
por las descalificaciones de los organismos financieros privados y públicos contra la política económica del
gobierno lopezobradorista. Y si bien el gobierno mexicano tiene todo el derecho de cuestionar las
descalificaciones, de todos modos, dependerá
de los informes de las calificadoras en tanto México siga siendo parte del sistema financiero
internacional, tenga deuda-lastre y mantenga la necesidad de inversiones
extranjeras que determinan llegadas
en función de los reportes de las calificadoras.
Dos crisis
anteriores --terremoto de 2017 y pandemia H1N1-- no necesitaron de golpes de timón en la política económica ni el
modelo de desarrollo porque estallaron en medio del control de la política económica. Los terremotos de 1985 atraparon
al gobierno de De la Madrid en el centro de la reforma de mercado que le redujo fondos y movilidad al Estado.
En todas las crisis de la naturaleza anteriores e
inclusive en las crisis financieras, la salida
fue la configuración de acuerdos
productivos, políticos y sociales para potenciar
la política económica con el sector empresarial, lograr el apoyo político con
concesiones a los partidos en el
Congreso donde se discutían las estrategias de emergencia y el liderazgo
presidencial para acotar los márgenes críticos del círculo rojo.
En todos los
casos, los presidentes de la república operaron para cohesionar a la sociedad y liderar
a los sectores bajo la hegemonía del Estado: De la Madrid llegó tarde, pero le
ayudó el enfoque estratégico
sociopolítico de Manuel Camacho como operador; Calderón se adelantó para distraer la atención de los efectos recesivos del crack de Lehman Brothers; y Peña Nieto cedió el manejo de la crisis a las
autoridades capitalinas.
El colapso
económico provocado por el COVID-19 atrapó
a la economía en una fase recesiva determinada por el desinterés presidencial en el PIB y la prioridad en la política
social asistencialista directa, propia una economía tipo Europa del norte. Por
ello, el PIB previsto para 2020 antes
de la pandemia estaba ya en 0.5% en enero y habría de seguir bajando hasta una
tasa similar a la de 2019 de -0.1%, sin
que hubiera en los planes de Palacio Nacional alguna estrategia para pactar un
repunte del crecimiento vía --como ha sido siempre y tendría que seguir siendo
en tanto prevalezca el mismo modelo
de desarrollo estatista-- un acuerdo
productivo con los empresarios.
En este
sentido, el regreso de México a la
normalidad económica, política y social carecerá
de expectativas para salir del hoyo recesivo de -4% a -7% de PIB y no tendrá los fondos fiscales
necesarios para una reactivación inmediata. Los primeros cálculos de los
analistas refieren que el PIB estará debajo de 0% --es decir: negativo-- hasta
finales de 2021 y podría comenzar un crecimiento lento no mayor a 2% para lo que resta del sexenio.
Es posible que
la normalidad
esperada sea peor a la existente
antes de la pandemia.
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Política para dummies: La política es el todo, no las partes.
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